viernes, 8 de junio de 2012

LOS PECADOS DE LA IGLESIA




Queridos amigos y lectores:

"La verdad os hará libres", dice una sentencia evangélica. 
No hay peor estrategia que la de pretender ocultar los errores y las conductas vergonzosas o depravadas, de uno mismo o de la Institución a la que uno pertenece: su familia, su asociación, su club, o su Iglesia.

Lo vergonzoso es pretender dar una imagen impecable, ocultando repugnantes pecados.

Lejos de mí está semejante "política", no solo porque la deshonestidad riñe con mi estilo de vida, sino porque, tarde o temprano, todo se sabrá, y el escarnio de la gente hacia el supuesto ente "impoluto" será más duro y cruel.

Por desgracia esa fue, durante mucho tiempo, la política de muchísimos gobiernos, incluyendo el de la Iglesia católica, que es mi Iglesia.

Hace un tiempo, sin embargo, han salido a la luz pública una importante cantidad de fechorías cometidas por varios de sus integrantes, incluyendo personalidades muy cercanas al Papa, situación bochornosa que está llegando a su grado máximo, con la divulgación de correspondencias secretas del Papa, o "vatileaks", como la denominan en la prensa, cometida por personajes oscuros, llamados por los periodistas "cuervos del Vaticano".

No me propongo hablar de eso aquí ahora, aunque dicha vergüenza forma también parte de mi comentario.

Quiero ocuparme del dolor de dos o tres personas conocidas, que me confidenciaron haber sido víctimas de abusos por parte de la prensa mentirosa, o de ciertos sacerdotes, cuya conducta infame amerita que ya no deban seguir en sus cargos.

"Es necesario limpiar la suciedad de la Iglesia", decía, años atrás, el Papa Benedicto XVI.
La expulsión de esos malos pastores debiera formar parte ineludible de esta necesaria limpieza.

Pero no debemos esconder sus nombres, ni pretender demostrar que la Iglesia solo cuenta con santos. 
Reconocer la existencia de muy malos sacerdotes, aunque aparenten ser santos, es la conducta correcta, porque eso es decir la verdad.
Y, como dije al principio: "La verdad os hará libres".

Transcribo ahora, para mover a la reflexión, la carta que le remití a una de estas personas, víctima de una injusta agresión de la prensa sensacionalista, que medra gracias a la divulgación de escándalos, reales o inventados.
La misma carta, levemente modificada, la envié a otra que fue objeto de acoso por parte de un sacerdote.
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Muy apreciado/a N.N.:

Recibí tus líneas de agradecimiento por mi aporte dirigido a defender la honorabilidad de tu hijo  y la de tu familia. Agradezco tu sinceridad.

Pero los de ese diario ya se encargarán de buscar otra "víctima" de sus mentiras, encaminadas solamente a lucrar en la inmundicia de las intrigas de conventillo, y calumnias de mal nacidos, como lo hacen ciertos escarabajos, que se rebuscan en el estiércol para encontrar su alimento ahí.

A raíz de este dolorosísimo acontecimiento  familiar, me han surgido las siguientes reflexiones:


Jesús dijo: (Lc. 16, 1-8) "Los hijos de este mundo son más astutos que los hijos de la luz", refiriéndose, sin lugar a dudas, proféticamente, a los masones, entre otros tantos canallas, que pretenden destruir la Iglesia, por el simple motivo de que la consideran un estorbo para la realización de sus objetivos. 
No se sienten capaces de construir sin destruir, y prefieren vencer por la fuerza, antes que convencer por la lógica.

Los "hijos de este mundo", como dije, hurgan en el estiércol, porque son enemigos de la luz, como se lee en San Juan (
(Jn 1, 5): «Lux in tenebris lucet et tenebrae eam non comprehenderunt » : "La luz resplandece en medio de las tinieblas, y las tinieblas no la han recibido".

Pero también nos dijo el Divino Maestro (Mateo 5: 13): “Vosotros sois la luz del mundo y la sal de la tierra; pero si la sal se desvaneciere, ¿con qué se salará? No sirve más para nada, sino para tirarla y que la pisen los hombres”.

¡La sal desvanecida!
Allí radica la
causa principal del triunfo del mal sobre la tierra.
Su triunfo se debe, no tanto al esfuerzo de los malos
, sino a la inoperancia de los buenos, que se comportan como los "perros mudos" de los que habla el profeta Isaías (Is. 56, 10): "Mis guardianes son ciegos todos, no entienden nada. Todos son perros mudos que no pueden ladrar; soñolientos, se acuestan, son amigos de dormir".

Algunos de estos guardianes: llámense cardenales, obispos, pastores, y sacerdotes, van más lejos aún, y
se convierten en devoradores de las ovejas que que el Buen Pastor les encomendó, y entonces el Señor, a través del profeta Ezequiel, les incrimina con las siguientes amenazas (Ez. 34, 1-4):

¡Ay de los pastores de Israel que se apacientan a sí mismos!
¿No deben los pastores apacentar el rebaño? Pero vosotros coméis su grosura, os vestís de su lana, habéis sacrificado las ovejas más gordas; no habéis apacentado el rebaño. No habéis fortalecido a las ovejas débiles, no habéis cuidado a la enferma ni curado a la que estaba herida, no habéis tornado a la descarriada ni buscado a la perdida; sino que las habéis dominado con violencia y dureza".


El escándalo de los "cuervos del Vaticano", mundialmente propalado en los medios, es la prueba más patente de que existen esos "malos pastores" de los que habla Ezequiel, que se sirven de sus "ovejas", porque no vacilan en aprovecharse de ellas de muchas maneras: acosándolas y cometiendo abusos sexuales con ellas, promoviendo intrigas, calumnias y mentiras, y apelando incluso al homicidio, para llegar a saborear alguna forma poder fundado en la "dureza y la violencia", pretendiendo convertir la Luz eterna de Cristo, en el barro podrido e infecto de un poder político fútil y perecedero, sin importarles que las ovejas, escandalizadas, huyan, se dispersen , y caigan en poder del Enemigo: "Y andan errantes por falta de pastor, y son presa de todas las fieras del campo" (Ez. 34, 5).

Ahí encontramos otra de las causas del triunfo de los enemigos de Cristo: Con semejantes "pastores" ¿para qué hacen falta los lobos?


Ya lo dijo Benedicto XVI, con motivo del escándalo en el Vaticano:
"Esto se ha sabido siempre, pero hoy lo vemos de forma aterradora: que la persecución más grande a la Iglesia no procede de enemigos externos, sino que nace del pecado en la Iglesia. Y, por tanto, la Iglesia tiene una profunda necesidad de aprender la penitencia, de aceptar la purificación, de aprender el perdón, pero también la necesidad de justicia. El perdón no sustituye a la justicia".

Podemos, es cierto, perdonar a quienes nos dañaron. Y debemos hacerlo. Pero con eso no se apaga el "hambre y la sed de justicia" (Mt. 5, 6).
Es un necio aquel que cree que el perdón incluye la renuncia a buscar justicia.
La Biblia contiene numerosas menciones de tribunales humanos, donde se imparte justicia humana, incluso para los que violan la Ley Divina.
No contendría dichas menciones, si todo debiera quedar resuelto con el perdón.

Como en el caso del sacerdote Marcial Maciel, Fundador de "Los Legionarios de Cristo": las obras, por grandes que sean, si no se fundan en una conducta evangélica, son simples obras humanas, como las de cualquier ONG.

Repito: con semejantes  "amigos", ¿para que hacen falta enemigos?

Nuestras únicas armas para vencer al enemigo, de dentro y de fuera, son el arrepentimiento, la conversión y la oración, reconociendo a Jesucristo como nuestro único Salvador.

Acá te paso un hermoso artículo referente a estos graves asuntos:
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RELIGIÓN | Los abusos en la Iglesia

La pederastia, la cruz del pontificado de Ratzinger

Benedicto XVI celebra el Via Crucis en la procesión del Viernes Santo realizada en el Coliseo de Roma en 2009. | Danilo Schiavella Benedicto XVI celebra el Via Crucis en la procesión del Viernes Santo realizada en el Coliseo de Roma en 2009. | Danilo Schiavella
  • A partir del año 2001 empezó a llegar a la oficina de Ratzinger estos casos
  • Eran los llamados 'delicta graviora', muy graves y reservados a la Santa Sede
  • Cuando lo eligieron Papa se propuso limpiar todas las tropelías de los curas
  • Los primeros casos saltaron en EEUU, y se han extendido a Irlanda y Alemania
  • También hay casos en Argentina Chile y Brasil, pese al poder de sus Iglesias

José Manuel Vidal | Madrid
Actualizado martes 23/03/2010 12:00 horas
"Habéis traicionado la confianza depositada y debéis responder ante Dios y los tribunales". Es el grito, dolorido y escandalizado, que el Papa Benedicto XVI lanzaba el pasado sábado en su carta pastoral a los fieles de Irlanda sobre los abusos sexuales del clero. Quizás porque el Papa anciano, que llegó al solio pontificio con la misión de limpiar la "suciedad" de la Iglesia, recordaba la todavía más dura sentencia de Cristo en los Evangelios (Mc. 9,42) : "¡Ay de aquel que escandalizara a un niño! Más le valiera haberse colgado una piedra de molino al cuello y arrojarse al mar".
Hace ahora cinco años, el Papa Ratzinger fue elegido en el cónclave para suceder a Juan Pablo II, el Papa Magno al que la gente quiso hacer santo súbito en el mismo momento de su muerte. Durante sus 27 años de pontificado, el entonces cardenal prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe había sido su ideólogo, su mano derecha y el gran inquisidor doctrinal y disciplinar de la Iglesia católica.
De hecho, a su oficina comenzó a llegar, sobre todo a partir del año 2001, toda la 'porquería' de la Iglesia. En términos canónicos y en latín, les llaman los 'delicta graviora', los delitos que la Iglesia católica considera más graves. Tanto que esos pecados/delitos están 'reservados' directamente a la Santa Sede.
La Iglesia tuvo que cambiar la visión de que 'los trapos sucios se lavan en casa'. Ahora, la ropa sucia se lava y se tiende al sol de los medios
Unos son de carácter doctrinal: consagrar obispos sin permiso del Papa, profanar las sagradas especies o romper el secreto de la confesión. Pero la mayoría tiene que ver con la moral: solicitar favores sexuales en la confesión, absolver al cómplice de una relación sexual o abusar de un menor de 18 años.
De hecho, antes de 2002 había denuncias, pero con escaso eco, que se resolvían siempre en las diócesis. La mayoría de las veces con el traslado de parroquia. O en casos muy graves, con el traslado de diócesis o mandado al cura abusador 'a misiones', es decir, a Latinoamérica sobre todo.
Sin embargo, de puertas para adentro ya había conciencia del problema. En mayo de 2001, por orden de Juan Pablo II, la Congregación de la Doctrina de la Fe, dirigida por Joseph Ratzinger, endureció las penas de varios delitos, con la novedad de la pedofilia.
Además, consciente de lo que se le venía encima, el poderoso dicasterio romano asumió ya el control de esos procesos, para sustraerlos a la órbita local, con la carta 'De gravioribus delictis' (Sobre los delitos más graves). La Iglesia empezaba a tomar medidas, pero siempre a nivel interno. Y siempre considerando a los abusadores como enfermos y pecadores, nunca como delincuentes.

 

"¡Cuánta suciedad en la Iglesia!'


Pero el proceso comenzó a dispararse. Y por eso el Viernes Santo de 2005, el cardenal Ratzinger clamó: "¡Cuánta suciedad en la Iglesia y entre los que, por su sacerdocio, deberían estar entregados al Redentor. ¡Cuánta soberbia! La traición de los discípulos es el mayor dolor de Jesús". Apenas un mes después era elegido Papa y tantos los cardenales como el pueblo de Dios sabían que uno de sus objetivos prioritarios iba a ser limpiar la suciedad y el escándalo de los curas, traidores a Dios y a sus votos.
Sabía y sabe Benedicto XVI que, en los casos de pederastia, lo que se está jugando la Iglesia católica es su credibilidad social y su autoridad moral. Las únicas armas que tiene. Esos son sus poderes, aquellas divisiones por las que preguntaba Stalin.
Fiel a su misión, el Papa está dispuesto a cargar con la cruz de la pederastia en nombre de toda la Iglesia católica. Porque también sabe que, para llegar a la alegría de la pascua de resurrección, hay que pasar por el calvario y por la cruz del Viernes Santo.

 

El calvario de los curas abusadores

 

John Geoghan, abusó de 130 niños en 20 años en Boston. | AP Ampliar foto
John Geoghan, abusó de 130 niños en 20 años en Boston. | AP

Porque la Iglesia católica lleva más de una década con esa denigrante cruz a cuestas. El calvario comenzó el 6 de enero de 2002 en la primera página del 'Boston Globe', con la historia espeluznante del reverendo John Geoghan. Con un récord pedófilo escalofriante: abusó de 130 niños durante 20 años mientras sus superiores se limitaban a cambiarlo de parroquia.
Roto el tabú, comenzaron a proliferar los casos de pederastia como setas. Sólo en los primeros seis meses de 2002 fueron apartados de sus cargos 218 sacerdotes y cuatro obispos en todo el país. Y uno de sus cardenales más potentes, Bernard Law, arzobispo de Boston, tuvo que abandonar su diócesis y refugiarse en el Vaticano, acusado de encubridor. Y eso que, en un primer momento, el purpurado se resistía a abandonar su sede, amparado en una consigna que, en aquella época y desde siempre era ley: "La ropa sucia se lava en casa".
Pero en la época mediática y de la globalización, la ropa sucia se lava y se tiende al sol de los medios. Y desde entonces, el goteo de casos ha sido incesante. De Estados Unidos el foco de la pederastia clerical se fijó en la católica Irlanda, uno de los países apostólicos y romanos a machamartillo, quizás para contraponerse a los anglicanos del Reino Unido.
Aquí, el informe Ryan recoge los testimonios de 2.500 víctimas entre 1930 y 1980, en un cuadro de violencia "endémica". Fue tal el escándalo que algunos prelados se vieron obligados a presentar su renuncia y el propio Papa tuvo que convocar a todos los obispos irlandeses a una cumbre especial en Roma.


Georg Ratzinger, cuando dirigía el coro de Ratisbona. | Efe Ampliar foto
Georg Ratzinger, cuando dirigía el coro de Ratisbona. | Efe

En las últimas semanas, el foco de atención se desplazó a Alemania, la patria del Papa Ratzinger. De momento afecta a 19 de las 27 diócesis y siguen surgiendo casos. Algunos de ellos muy especiales y llamativos. Por ejemplo, el que indirectamente salpica al propio hermano del Papa, Georg Ratzinger, director del coro de Ratisbona de 1964 a 1994, donde se descubrieron varios casos.
El anciano Georg se ha visto obligado a salir a los medios paras decir que él, como otros muchos en aquella época de ‘la letra con sangre entra’, lo único que hizo fue pegar algunos cachetes a los chavales. Y hasta tuvo que pedir perdón por eso.

Intentan implicar al propio Ratzinger

El efecto contagio fue cundiendo en Alemania y los medios de comunicación empezaron a hurgar en la archidiócesis de Munich, de la que Joseph Ratzinger había sido arzobispo entre 1977 y 1982. Y el diario 'Süddeutsche Zeitung' descubrió el caso de un cura acusado de abusar de niños, que fue trasladado en 1980 de Essen a Munich, donde fue asignado a trabajar en la comunidad de la Iglesia local.

También allí habría cometido agresiones y aún sigue en la diócesis. El diario sostiene que el traslado fue autorizado por Ratzinger, que, por tanto, supo del caso y no lo denunció. El Vaticano replicó de inmediato que el actual Papa es ajeno al caso y que fue el vicario general, Gerhard Gruber, que hoy tiene 81 años, el único responsable. Y Gruber salió a reconocer públicamente su "gran error" de encomendarle trabajo pastoral al cura pederasta, acogido en principio en la diócesis entonces regida por el actual Papa para seguir una terapia de curación.
Y de Alemania a Austria, Suiza, Dinamarca y hasta Italia, la propia casa del Papa. Y el efecto dominó sigue cundiendo. Y ya han aparecido los primeros casos en Argentina Chile y Brasil. Y eso, que, en Latinoamérica, el poder de la iglesia sigue siendo mayor y el temor reverencial de sus fieles, también.
En España, salvo casos aislados, no se han denunciado grandes escándalos y, hasta la fecha, sólo tres curas españoles han ingresado en prisión por abusos sexuales.
Son clavos, sólo clavos de la cruz del Papa Ratzinger.
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Yo llego a la siguiente conclusión:

Si dentro de la Iglesia hay tanta suciedad, no podemos ilusionarnos con la esperanza de que los hijos del mundo, como ciertos periodistas y ciertos sacerdotes, se encuentren libres de esas suciedades y nos brinden un trato justo y sincero.

 
Con esto quiero decirte, N.N., que siempre vamos a estar expuestos, como Jesús, a recibir salivazos, corona de espinas y, finalmente, la cruz, de parte de estos actuales servidores del "Emperador romano", hoy encarnado en los masones, los magnates y los homosexuales. 

Ellos han invadido los medios de comunicación ¡recuérdalo!, y están intentando invadirlo todo, como un gas en expansión: la educación, las familias, la sociedad, y la Iglesia misma. 
Nos encontramos en medio de un potentísimo Neopaganismo y, como apóstoles, debemos lanzarnos decididos a la Nueva Evangelización, aún cuando nuestras vidas mismas corran peligro.
 
Tenemos vocación de profetas, pero debemos asumir que nuestro destino final puede ser también el mismo de los profetas.

 
Comencemos, entonces, la ofensiva de la fe y de la oración, centrándonos en el esfuerzo permanente de la conversión de cada uno de nosotros,  ocupándonos de ofrecer, como sacrificio expiatorio e impetratorio, nuestra vida misma, para que en la Humanidad toda brille esplendente la hoy declinante Luz de Cristo.

Y que cada corazón sea una lámpara votiva, y un holocausto eucarístico que se consume por el Fuego del Amor a Cristo.

 
Un abrazo:
Dr. Francisco Oliveira y Silva


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