Queridos amigos y lectores:
Tengo el agrado de enviarles, además del texto completo del Documento Pontificio "Amoris Laetitia", una cuidadosa selección de los puntos más notables que encontré en el mismo.
Debo recordarles que el citado Documento se compone de 9 Capítulos, y cerca de 300 páginas, de modo que mi selección, obviamente, no será completa, pero les será muy útil como preparación, o "degustación", antes de leer el Documento completo.
El texto completo de la exhortación "Amoris Laetitia" ("La alegría del amor"), del papa Francisco
"La alegría del amor" es el nombre que el Sumo Pontífice eligió para el documento, producto del reciente Sínodo enfocado a la Familia: Octubre de 2014, y Octubre de 2015. infobae.com
Aclaraciones importantes
Hoy, como nunca en la Historia, la Familia humana está siendo amenazada de muerte.
Los poderosos del mundo, ávidos de más riquezas, y de un "desarrollo sustentable", solo para ellos obviamente, pretenden destruirla, sustituyéndola por "otras clases de familia", como dicen ellos, es decir, de uniones sexuales, erróneamente llamadas "matrimonio", como la unión de homosexuales, o la de un adulto con un niño, o de un trío formado por tres hombres, o dos mujeres y un hombre, con derecho o sin derecho de adoptar bebés, por citar solo algunos ejemplos, que ellos denominan, arbitraria y anticientíficamente "familias diversas".
Proponen "redefinir" lo que se entiende por familia, lo cual es tan ridículo e inaceptable, como redefinir lo que se entiende por agua potable, o alimento.
Agua potable es toda agua apta para beber; y alimento es toda sustancia nutritiva apta para comer.
Si "redefino" estos conceptos, ya clarísimamente definidos, y digo que agua es todo lo que se puede beber, y alimento todo lo que se puede comer, entonces, en esas "nuevas definiciones" ya entrará cualquier cosa que a uno le plazca beber o comer, incluyendo sustancias perjudiciales a la salud.
Hay una Agenda Mundial trazada por quienes pretenden cambiar el mundo en beneficio propio, que son los citados "poderosos" de las finanzas, reunidos en un perverso "club" por ellos denominado "Club Bilderberg", desde donde ellos deciden lo que tiene que suceder, y eso sucede. Esta gente malvada es la que pretende, entre miles de otros proyectos degenerados, redefinir el concepto de familia.
Familia es, como todos sabemos, "la unión de un hombre con una mujer que, por amor, deciden compartir sus vidas para siempre, y tener hijos". La alegría es la consecuencia de esta unión.
La redefinición, inventada por los perversos proyectistas es:
"Familia es todo grupo de personas que viven felices bajo un mismo techo". Allí ya cabe cualquier unión, incluyendo el de
"Familia es todo grupo de personas que viven felices bajo un mismo techo". Allí ya cabe cualquier unión, incluyendo el de
- personas que no se aman ni procrean,
- o personas que se aman, pero son homosexuales,
- o varias parejas que deciden vivir juntas, para practicar orgías, etc.
El objetivo del poderoso Club Bilderberg es disminuir drásticamente la población del Planeta, a no más de 1.500 millones para el año 2050, porque ellos sostienen que la superpoblación es la causa de todos los problemas que afectan a la Humanidad y que, por lo tanto, siendo menos habrá menos problemas. Nada más falso.
La alegría, el gozo y la felicidad, dependen de valores sociales, psicológicos y espirituales, como la solidaridad, la honestidad, la existencia de una verdadera Justicia, y no de la cantidad de habitantes del planeta.
El principal de esos valores es el amor.
El Papa Francisco, plenamente consciente, tanto de la perversa actividad de la citada Agenda Mundial, como de la raíz y causa principal de la felicidad, que es el amor entre las personas, fundamentalmente entre quienes forman una familia, escribió un Documento importantísimo al respecto de todos los temas inherentes a la Familia, poniéndole por título "La alegría del amor".
¿Qué diferencia hay entre "alegría" y "felicidad"?
La felicidad es un estado de ánimo permanente, de paz, gozo y armonía de la persona: un matrimonio armónico permite, a la mujer y al varón unidos por amor, ser felices.
La alegría es la expresión exterior de la felicidad: risas, conversaciones animadas, realización de paseos, comidas y bebidas especiales, fiestas de cumpleaños, bromas, chistes, etc.
Así como el ser artista musical es un estado, y cantar delante de un público es la expresión de dicho estado, el ser feliz es un estado, y la alegría es su expresión.
Si no hay felicidad, no es posible una verdadera y profunda alegría.
Podrán existir, ciertamente, momentos pasajeros de alegría, como cuando se gana algún premio, o una competencia, o alguna suma de dinero, o se consume una droga euforizante.
Pero dicha emoción durará poco, y la persona seguirá buscando la felicidad, porque ese es el principal anhelo de todo ser humano.
Hay variadas opiniones acerca de cómo se logra la felicidad.
- Algunos la ponen en la posesión de bienes materiales;
- otros, en no tener problemas con la justicia;
- otros, en vivir en un país moderno y avanzado;
- otros, en pertenecer a tal o cual club, asociación política o religiosa, etc.
San Agustín resolvió el problema de la búsqueda de la felicidad, cuando hizo un gran descubrimiento en sí mismo, y lo expresó de la siguiente manera:
"Amare et amari cupiebam", que significa: "Deseaba amar y ser amado".
"Amare et amari cupiebam", que significa: "Deseaba amar y ser amado".
Ese descubrimiento, que expresa el deseo más grande que todo ser humano lleva en el corazón, nos ha dado la clave para resolver el problema de cómo llegar a ser felices: es posible ser felices alcanzando el amor.
La persona que no haya alcanzado el amor, aunque tenga todos los otros bienes, se sentirá sola, vacía, triste.
Por el contrario: la persona que ha logrado amar y ser amada, se siente plena, aunque no tenga muchos bienes materiales.
Y, aunque deba afrontar, como es lógico, los sacrificios, a veces muy duros, inherentes a la vida humana, los sobrellevará unido a su pareja y a la familia que ha formado, con soltura y naturalidad, porque, citando nuevamente a San Agustín: "Ubi amatur, non laboratur; aut, si laboratur, labor ipse amatur", que quiere decir: "Donde se ama no se sufre; y, si se sufre, se ama ese sufrimiento".
Y, aunque deba afrontar, como es lógico, los sacrificios, a veces muy duros, inherentes a la vida humana, los sobrellevará unido a su pareja y a la familia que ha formado, con soltura y naturalidad, porque, citando nuevamente a San Agustín: "Ubi amatur, non laboratur; aut, si laboratur, labor ipse amatur", que quiere decir: "Donde se ama no se sufre; y, si se sufre, se ama ese sufrimiento".
Y esto es así, porque esas personas habiendo alcanzado la felicidad en el amor, experimentan también su consecuencia que es: "La alegría de amar".
No será posible, por cierto, estar alegres de manera continua y permanente; así como tampoco el cantante está cantando constantemente; pero se disfrutará, permanentemente, de la felicidad, que es ese estado de armonía, paz y gozo, que permitirá experimentar la alegría en cualquier momento.
A ESTOS TEMAS SE REFIERE EL DOCUMENTO PAPAL QUE, POR ESO, LLEVA EL TÍTULO: "LA ALEGRÍA DEL AMOR".
Selección de ciertos puntos muy notables
Mi manera de escogerlos fue similar a la del visitante que, ingresando de prisa en un huerto lleno de árboles frutales, va tomando los frutos más hermosos que pudo admirar y recoger en su rápido recorrido.
A lo largo de este recorrido por la lectura rápida de este Documento Papal me he dado cuenta de cuatro aspectos muy llamativos del mismo:
1. No pretende convertirse en un manual de moralidad ni, menos aún, en un recetario de conducta, que formule normas más flexibles, como lo esperaban algunos, y lo temían otros, con relación a la doctrina tradicional de la Iglesia, especialmente los referentes a:
--la privación de la comunión a los divorciados vueltos a casar;
--y el mal llamado "matrimonio" homosexual.
En ambos temas Francisco mantuvo la doctrina tradicional, con términos más amplios, es cierto, y con énfasis en la recomendación pastoral de mirarlo todo a través del divino cristal de la misericordia infinita de Dios.
Esa es una característica personal, muy notable y afortunada por cierto, en este Papa: mantener la misma letra, pero ponerle otra música, como calificaron algunos comentaristas a este estilo de Francisco, consistente en proponer siempre, como es lógico, la misma doctrina, pero de manera más amable.
Esa es una característica personal, muy notable y afortunada por cierto, en este Papa: mantener la misma letra, pero ponerle otra música, como calificaron algunos comentaristas a este estilo de Francisco, consistente en proponer siempre, como es lógico, la misma doctrina, pero de manera más amable.
2. El Papa enfrentó, de manera directa, la situación política mundial, caracterizada por el empeño de ciertos actores sociales, financieros y políticos, de instalar en la Humanidad la dictadura de una moral relativista dirigida a banalizar la sexualidad, y cambiar la definición de la familia. La reacción pontifica ante dicha situación fue clara, frontal y firme, basándose en incontestables argumentos.
3. La exposición de los temas no obedecen a una estructura temática formal, de tipo académico, sino a un agradable conglomerado de temas relacionados entre sí, referentes a la familia, con un estilo más cercano al de un padre que escribe una serie de reflexiones y sabias recomendaciones a sus hijos, atendiendo más a la importancia de los temas y al interés de sus hijos, que a la estructura rígidamente organizada de un trabajo académicamente impecable. Al decir"sus hijos", me refiero tanto a los Padres sinodales, es decir, los Obispos de todos el mundo que asistieron a los dos Sínodos (octubre 2014, y 2015), y a "todos los hombres de buena voluntad" que se dispongan a oírle.
4. No obstante lo dicho anteriormente, este Documento es un importante y muy completo compendio de cuanto se puede leer en los mejores tratados actualizados de Psicología, Antropología filosófica, Educación sexual, y Teología, mechado con una impresionante cantidad de citas, más de 300, de connotados especialistas en las citadas ciencias, y de santos y doctores de la Iglesia, cuyas expresiones refrendan la veracidad de cuanto se va leyendo en esta Exhortación.
Llama la atención el hecho de que también cita a personajes del mundo científico y literario, como: Jorge Luis Borges, Sigmund Freud, Mario Benedetti, Octavio Paz, y Erick Fromm.
Cordiales saludos:
Dr. Francisco Oliveira y Silva
Dr. Francisco Oliveira y Silva
El contenido de este excelente Documento papal
(Aclaro que la cita textual del Documento va en color violeta, y me he permitido resaltar ciertas frases.)
1. Muchas veces Francisco se ha referido, en sus homilías y discursos, a "la cultura del descarte" vigente en nuestra sociedad actual, que consiste en el menosprecio de lo permanente, de lo inmutable, como lo son ciertos principios y riquezas morales y culturales, que la humanidad ha ido conquistando a lo largo de siglos de civilización, y que ahora están yendo a parar al rincón oscuro de lo que debe descartarse y destruirse, o "deconstruirse", como dicen los promotores de esta nueva cultura destructiva.
"Las consultas previas a los dos últimos sínodos sacaron a la luz diversos síntomas de la «cultura de lo provisorio». Me refiero, por ejemplo, a la velocidad con la que las personas pasan de una relación afectiva a otra. Creen que el amor, como en las redes sociales, se puede conectar o desconectar a gusto del consumidor e incluso bloquear rápidamente".
"Otro desafío surge de diversas formas de una ideología, genéricamente llamada gender, que «niega la diferencia y la reciprocidad natural de hombre y de mujer. Esta presenta una sociedad sin diferencias de sexo, y vacía el fundamento antropológico de la familia. Esta ideología lleva a proyectos educativos y directrices legislativas que promueven una identidad personal y una intimidad afectiva radicalmente desvinculadas de la diversidad biológica entre hombre y mujer. La identidad humana viene determinada por una opción individualista, que también cambia con el tiempo». Es inquietante que algunas ideologías de este tipo, que pretenden responder a ciertas aspiraciones a veces comprensibles, procuren imponerse como un pensamiento único que determine incluso la educación de los niños".
2. Menciona muchos Documentos de la Iglesia, anteriores a esta Exhortación, que también se refieren a la Familia:
El Concilio Ecuménico Vaticano II, en la Constitución pastoral Gaudium et spes, se ocupó de «la promoción de la dignidad del matrimonio y la familia». Definió el matrimonio como comunidad de vida y de amor, poniendo el amor en el centro de la familia. El “verdadero amor entre marido y mujer” implica la entrega mutua, incluye e integra la dimensión sexual y la afectividad, conforme al designio divino. De este modo, los esposos son consagrados y, mediante una gracia propia, edifican el Cuerpo de Cristo y constituyen una iglesia doméstica (Lumen gentium).
Luego, «siguiendo las huellas del Concilio Vaticano II, el Beato Pablo VI profundizó la doctrina sobre el matrimonio y la familia. En particular, con la Encíclica Humanae vitae, puso de relieve el vínculo íntimo entre amor conyugal y procreación.
En la Exhortación apostólica Evangelii nuntiandi, el Beato Pablo VI evidenció la relación entre la familia y la Iglesia».
«San Juan Pablo II dedicó especial atención a la familia mediante sus catequesis sobre el amor humano, la Carta a las familias Gratissimam sane y sobre todo con la Exhortación apostólica Familiaris consortio. En esos documentos, el Pontífice definió a la familia “vía de la Iglesia”; ofreció una visión de conjunto sobre la vocación al amor del hombre y la mujer; propuso las líneas fundamentales para la pastoral de la familia y para la presencia de la familia en la sociedad.
«Benedicto XVI,en la Encíclica Deus caritas est, retomó el tema de la verdad del amor entre hombre y mujer, que se ilumina plenamente sólo a la luz del amor de Cristo crucificado. Él recalca que “el matrimonio basado en un amor exclusivo y definitivo se convierte en el icono de la relación de Dios con su pueblo y, viceversa, el modo de amar de Dios se convierte en la medida del amor humano”. Además, en la Encíclica Caritas in veritate, pone de relieve la importancia del amor como principio de vida en la sociedad, lugar en el que se aprende la experiencia del bien común».
3. Se manifiesta muy claramente favorable a la objeción de conciencia, contrario al aborto, a la eutanasia y a la pena de muerte:
Luego, «siguiendo las huellas del Concilio Vaticano II, el Beato Pablo VI profundizó la doctrina sobre el matrimonio y la familia. En particular, con la Encíclica Humanae vitae, puso de relieve el vínculo íntimo entre amor conyugal y procreación.
En la Exhortación apostólica Evangelii nuntiandi, el Beato Pablo VI evidenció la relación entre la familia y la Iglesia».
«San Juan Pablo II dedicó especial atención a la familia mediante sus catequesis sobre el amor humano, la Carta a las familias Gratissimam sane y sobre todo con la Exhortación apostólica Familiaris consortio. En esos documentos, el Pontífice definió a la familia “vía de la Iglesia”; ofreció una visión de conjunto sobre la vocación al amor del hombre y la mujer; propuso las líneas fundamentales para la pastoral de la familia y para la presencia de la familia en la sociedad.
«Benedicto XVI,en la Encíclica Deus caritas est, retomó el tema de la verdad del amor entre hombre y mujer, que se ilumina plenamente sólo a la luz del amor de Cristo crucificado. Él recalca que “el matrimonio basado en un amor exclusivo y definitivo se convierte en el icono de la relación de Dios con su pueblo y, viceversa, el modo de amar de Dios se convierte en la medida del amor humano”. Además, en la Encíclica Caritas in veritate, pone de relieve la importancia del amor como principio de vida en la sociedad, lugar en el que se aprende la experiencia del bien común».
3. Se manifiesta muy claramente favorable a la objeción de conciencia, contrario al aborto, a la eutanasia y a la pena de muerte:
En este contexto, no puedo dejar de decir que, si la familia es el santuario de la vida, el lugar donde la vida es engendrada y cuidada, constituye una contradicción lacerante que se convierta en el lugar donde la vida es negada y destrozada. Es tan grande el valor de una vida humana, y es tan inalienable el derecho a la vida del niño inocente que crece en el seno de su madre, que de ningún modo se puede plantear como un derecho sobre el propio cuerpo la posibilidad de tomar decisiones con respecto a esa vida, que es un fin en sí misma y que nunca puede ser un objeto de dominio de otro ser humano. La familia protege la vida en todas sus etapas y también en su ocaso. Por eso, «a quienes trabajan en las estructuras sanitarias se les recuerda la obligación moral de la objeción de conciencia. Del mismo modo, la Iglesia no sólo siente la urgencia de afirmar el derecho a la muerte natural, evitando el ensañamiento terapéutico y la eutanasia», sino también «rechaza con firmeza la pena de muerte»
4. Subraya la importancia definitiva del amor por sobre todo:
"También aquí se aplica que, «podría tener fe como para mover montañas; si no tengo amor, no soy nada. Podría repartir en limosnas todo lo que tengo y aun dejarme quemar vivo; si no tengo amor, de nada me sirve» (1 Cor. 13, 2-3). Pero la palabra «amor», una de las más utilizadas, aparece muchas veces desfigurada".
6. La pareja no se encierra en actitud egoísta, sino que se proyecta al servicio de la comunidad: se compromete con la sociedad.
Sorprendentemente cita una estrofa del poema "Te quiero", del poeta uruguayo Mario Benedetti:
Sorprendentemente cita una estrofa del poema "Te quiero", del poeta uruguayo Mario Benedetti:
"La familia no debe pensar a sí misma como un recinto llamado a protegerse de la sociedad. No se queda a la espera, sino que sale de sí en la búsqueda solidaria. Así se convierte en un nexo de integración de la persona con la sociedad y en un punto de unión entre lo público y lo privado. Los matrimonios necesitan adquirir una clara y convencida conciencia sobre sus deberes sociales. Cuando esto sucede, el afecto que los une no disminuye, sino que se llena de nueva luz, como lo expresan los siguientes versos":
«Tus manos son mi caricia
mis acordes cotidianos
te quiero porque tus manos
trabajan por la justicia.
Si te quiero es porque sos
mi amor mi cómplice y todo
y en la calle codo a codo
somos mucho más que dos».
mis acordes cotidianos
te quiero porque tus manos
trabajan por la justicia.
Si te quiero es porque sos
mi amor mi cómplice y todo
y en la calle codo a codo
somos mucho más que dos».
«Con los Padres sinodales, he tomado en consideración la situación de las familias que viven la experiencia de tener en su seno a personas con tendencias homosexuales, una experiencia nada fácil ni para los padres ni para sus hijos.
Por eso, deseamos ante todo reiterar que toda persona, independientemente de su tendencia sexual, ha de ser respetada en su dignidad y acogida con respeto, procurando evitar «todo signo de discriminación injusta», y particularmente cualquier forma de agresión y violencia. Por lo que se refiere a las familias, se trata por su parte de asegurar un respetuoso acompañamiento, con el fin de que aquellos que manifiestan una tendencia homosexual puedan contar con la ayuda necesaria para comprender y realizar plenamente la voluntad de Dios en su vida.
En el curso del debate sobre la dignidad y la misión de la familia, los Padres sinodales han hecho notar que los proyectos de equiparación de las uniones entre personas homosexuales con el matrimonio, «no existe ningún fundamento para asimilar o establecer analogías, ni siquiera remotas, entre las uniones homosexuales y el designio de Dios sobre el matrimonio y la familia.
Es inaceptable que las iglesias locales sufran presiones en esta materia y que los organismos internacionales condicionen la ayuda financiera a los países pobres a la introducción de leyes que instituyan el “matrimonio” entre personas del mismo sexo».
“Debemos reconocer la gran variedad de situaciones familiares que pueden brindar cierta estabilidad, pero las uniones de hecho o entre personas del mismo sexo, no pueden equipararse sin más al matrimonio”.
Por eso, deseamos ante todo reiterar que toda persona, independientemente de su tendencia sexual, ha de ser respetada en su dignidad y acogida con respeto, procurando evitar «todo signo de discriminación injusta», y particularmente cualquier forma de agresión y violencia. Por lo que se refiere a las familias, se trata por su parte de asegurar un respetuoso acompañamiento, con el fin de que aquellos que manifiestan una tendencia homosexual puedan contar con la ayuda necesaria para comprender y realizar plenamente la voluntad de Dios en su vida.
En el curso del debate sobre la dignidad y la misión de la familia, los Padres sinodales han hecho notar que los proyectos de equiparación de las uniones entre personas homosexuales con el matrimonio, «no existe ningún fundamento para asimilar o establecer analogías, ni siquiera remotas, entre las uniones homosexuales y el designio de Dios sobre el matrimonio y la familia.
Es inaceptable que las iglesias locales sufran presiones en esta materia y que los organismos internacionales condicionen la ayuda financiera a los países pobres a la introducción de leyes que instituyan el “matrimonio” entre personas del mismo sexo».
“Debemos reconocer la gran variedad de situaciones familiares que pueden brindar cierta estabilidad, pero las uniones de hecho o entre personas del mismo sexo, no pueden equipararse sin más al matrimonio”.
8. Con respecto al tan cuestionado tema de las personas divorciadas que se han vuelto a casar, y la prohibición de comulgar como consecuencia de tal acto, el Papa se muestra ampliamente misericordioso, y solicita que cada caso sea tratado en particular. Aclara que no debe esperarse una norma general para todos los casos, pues no todos ellos son iguales.
Se trata de integrar a todos, se debe ayudar a cada uno a encontrar su propia manera de participar en la comunidad eclesial, para que se sienta objeto de una misericordia «inmerecida, incondicional y gratuita». Nadie puede ser condenado para siempre, porque esa no es la lógica del Evangelio. No me refiero sólo a los divorciados en nueva unión sino a todos, en cualquier situación en que se encuentren.
Los divorciados en nueva unión, por ejemplo, pueden encontrarse en situaciones muy diferentes, que no han de ser catalogadas o encerradas en afirmaciones demasiado rígidas sin dejar lugar a un adecuado discernimiento personal y pastoral. Existe el caso de una segunda unión consolidada en el tiempo, con nuevos hijos, con probada fidelidad, entrega generosa, compromiso cristiano, conocimiento de la irregularidad de su situación y gran dificultad para volver atrás sin sentir en conciencia que se cae en nuevas culpas.
La Iglesia reconoce situaciones en que «cuando el hombre y la mujer, por motivos serios, —como, por ejemplo, la educación de los hijos— no pueden cumplir la obligación de la separación».
También está el caso de los que han hecho grandes esfuerzos para salvar el primer matrimonio y sufrieron un abandono injusto, o el de «los que han contraído una segunda unión en vista a la educación de los hijos, y a veces están subjetivamente seguros en conciencia de que el precedente matrimonio, irreparablemente destruido, no había sido nunca válido».
Pero otra cosa es una nueva unión que viene de un reciente divorcio, con todas las consecuencias de sufrimiento y de confusión que afectan a los hijos y a familias enteras, o la situación de alguien que reiteradamente ha fallado a sus compromisos familiares. Debe quedar claro que este no es el ideal que el Evangelio propone para el matrimonio y la familia. Los Padres sinodales han expresado que el discernimiento de los pastores siempre debe hacerse «distinguiendo adecuadamente», con una mirada que «discierna bien las situaciones». Sabemos que no existen «recetas sencillas».
Si se tiene en cuenta la innumerable diversidad de situaciones concretas, como las que mencionamos antes, puede comprenderse que no debía esperarse del Sínodo o de esta Exhortación una nueva normativa general de tipo canónica, aplicable a todos los casos. Sólo cabe un nuevo aliento a un responsable discernimiento personal y pastoral de los casos particulares, que debería reconocer que, puesto que «el grado de responsabilidad no es igual en todos los casos», las consecuencias o efectos de una norma no necesariamente deben ser siempre las mismas. Los presbíteros tienen la tarea de «acompañar a las personas interesadas en el camino del discernimiento de acuerdo a la enseñanza de la Iglesia y las orientaciones del Obispo.
Por eso, ya no es posible decir que todos los que se encuentran en alguna situación así llamada «irregular» viven en una situación de pecado mortal, privados de la gracia santificante.
Por ello, un pastor no puede sentirse satisfecho sólo aplicando leyes morales a quienes viven en situaciones «irregulares», como si fueran rocas que se lanzan sobre la vida de las personas. Es el caso de los corazones cerrados, que suelen esconderse aun detrás de las enseñanzas de la Iglesia «para sentarse en la cátedra de Moisés y juzgar, a veces con superioridad y superficialidad, los casos difíciles y las familias heridas».
Pero de nuestra conciencia del peso de las circunstancias atenuantes —psicológicas, históricas e incluso biológicas— se sigue que, «sin disminuir el valor del ideal evangélico, hay que acompañar con misericordia y paciencia las etapas posibles de crecimiento de las personas que se van construyendo día a día», dando lugar a «la misericordia del Señor que nos estimula a hacer el bien posible». Comprendo a quienes prefieren una pastoral más rígida que no dé lugar a confusión alguna.
Pero creo sinceramente que Jesucristo quiere una Iglesia atenta al bien que el Espíritu derrama en medio de la fragilidad: una Madre que, al mismo tiempo que expresa claramente su enseñanza objetiva, «no renuncia al bien posible, aunque corra el riesgo de mancharse con el barro del camino». Los pastores, que proponen a los fieles el ideal pleno del Evangelio y la doctrina de la Iglesia, deben ayudarles también a asumir la lógica de la compasión con los frágiles y a evitar persecuciones o juicios demasiado duros o impacientes.
El mismo Evangelio nos reclama que no juzguemos ni condenemos. Jesús «espera que renunciemos a buscar esos cobertizos personales o comunitarios que nos permiten mantenernos a distancia del nudo de la tormenta humana, para que aceptemos de verdad entrar en contacto con la existencia concreta de los otros y conozcamos la fuerza de la ternura. Cuando lo hacemos, la vida siempre se nos complica maravillosamente».
Los divorciados en nueva unión, por ejemplo, pueden encontrarse en situaciones muy diferentes, que no han de ser catalogadas o encerradas en afirmaciones demasiado rígidas sin dejar lugar a un adecuado discernimiento personal y pastoral. Existe el caso de una segunda unión consolidada en el tiempo, con nuevos hijos, con probada fidelidad, entrega generosa, compromiso cristiano, conocimiento de la irregularidad de su situación y gran dificultad para volver atrás sin sentir en conciencia que se cae en nuevas culpas.
La Iglesia reconoce situaciones en que «cuando el hombre y la mujer, por motivos serios, —como, por ejemplo, la educación de los hijos— no pueden cumplir la obligación de la separación».
También está el caso de los que han hecho grandes esfuerzos para salvar el primer matrimonio y sufrieron un abandono injusto, o el de «los que han contraído una segunda unión en vista a la educación de los hijos, y a veces están subjetivamente seguros en conciencia de que el precedente matrimonio, irreparablemente destruido, no había sido nunca válido».
Pero otra cosa es una nueva unión que viene de un reciente divorcio, con todas las consecuencias de sufrimiento y de confusión que afectan a los hijos y a familias enteras, o la situación de alguien que reiteradamente ha fallado a sus compromisos familiares. Debe quedar claro que este no es el ideal que el Evangelio propone para el matrimonio y la familia. Los Padres sinodales han expresado que el discernimiento de los pastores siempre debe hacerse «distinguiendo adecuadamente», con una mirada que «discierna bien las situaciones». Sabemos que no existen «recetas sencillas».
Si se tiene en cuenta la innumerable diversidad de situaciones concretas, como las que mencionamos antes, puede comprenderse que no debía esperarse del Sínodo o de esta Exhortación una nueva normativa general de tipo canónica, aplicable a todos los casos. Sólo cabe un nuevo aliento a un responsable discernimiento personal y pastoral de los casos particulares, que debería reconocer que, puesto que «el grado de responsabilidad no es igual en todos los casos», las consecuencias o efectos de una norma no necesariamente deben ser siempre las mismas. Los presbíteros tienen la tarea de «acompañar a las personas interesadas en el camino del discernimiento de acuerdo a la enseñanza de la Iglesia y las orientaciones del Obispo.
Por eso, ya no es posible decir que todos los que se encuentran en alguna situación así llamada «irregular» viven en una situación de pecado mortal, privados de la gracia santificante.
Por ello, un pastor no puede sentirse satisfecho sólo aplicando leyes morales a quienes viven en situaciones «irregulares», como si fueran rocas que se lanzan sobre la vida de las personas. Es el caso de los corazones cerrados, que suelen esconderse aun detrás de las enseñanzas de la Iglesia «para sentarse en la cátedra de Moisés y juzgar, a veces con superioridad y superficialidad, los casos difíciles y las familias heridas».
Pero de nuestra conciencia del peso de las circunstancias atenuantes —psicológicas, históricas e incluso biológicas— se sigue que, «sin disminuir el valor del ideal evangélico, hay que acompañar con misericordia y paciencia las etapas posibles de crecimiento de las personas que se van construyendo día a día», dando lugar a «la misericordia del Señor que nos estimula a hacer el bien posible». Comprendo a quienes prefieren una pastoral más rígida que no dé lugar a confusión alguna.
Pero creo sinceramente que Jesucristo quiere una Iglesia atenta al bien que el Espíritu derrama en medio de la fragilidad: una Madre que, al mismo tiempo que expresa claramente su enseñanza objetiva, «no renuncia al bien posible, aunque corra el riesgo de mancharse con el barro del camino». Los pastores, que proponen a los fieles el ideal pleno del Evangelio y la doctrina de la Iglesia, deben ayudarles también a asumir la lógica de la compasión con los frágiles y a evitar persecuciones o juicios demasiado duros o impacientes.
El mismo Evangelio nos reclama que no juzguemos ni condenemos. Jesús «espera que renunciemos a buscar esos cobertizos personales o comunitarios que nos permiten mantenernos a distancia del nudo de la tormenta humana, para que aceptemos de verdad entrar en contacto con la existencia concreta de los otros y conozcamos la fuerza de la ternura. Cuando lo hacemos, la vida siempre se nos complica maravillosamente».
9. Señala que muchos de esos casos se han dado entre personas cuyo matrimonio por la Iglesia no fue válido, y pueden ser declarados nulos, y volver a formar nueva pareja sin privarse de la comunión eucarística. Pero recuerda que él mismo había establecido ya normas concretas para que la sentencia de nulidad no tarden años, como ocurría anteriormente, sino que se resuelvan en cuestión de semanas y, de ser posible, sin costo.
«Por otra parte, un gran número de Padres «subrayó la necesidad de hacer más accesibles y ágiles, posiblemente totalmente gratuitos, los procedimientos para el reconocimiento de los casos de nulidad». La lentitud de los procesos irrita y cansa a la gente. Mis dos recientes documentos sobre esta materia, han llevado a una simplificación de los procedimientos para una eventual declaración de nulidad matrimonial. A través de ellos también he querido «hacer evidente que el mismo Obispo en su Iglesia, de la que es constituido pastor y cabeza, es por eso mismo juez entre los fieles que se le han confiado».
10. Cuando se nos muere un ser querido en la familia, todo parece venirse abajo, pero hay una luz que nos brinda la fe.
«Comprendo la angustia de quien ha perdido una persona muy amada, un cónyuge con quien ha compartido tantas cosas. Jesús mismo se conmovió y se echó a llorar en el velatorio de un amigo. ¿Y cómo no comprender el lamento de quien ha perdido un hijo? Porque «es como si se detuviese el tiempo: se abre un abismo que traga el pasado y también el futuro .Y a veces se llega incluso a culpar a Dios. Cuánta gente —los comprendo— se enfada con Dios»
La Biblia habla de un Dios que nos creó por amor, y que nos ha hecho de tal manera que nuestra vida no termina con la muerte . San Pablo se refiere a un encuentro con Cristo inmediatamente después de la muerte: «Deseo partir para estar con Cristo». Con él, después de la muerte nos espera «lo que Dios ha preparado para los que lo aman». El prefacio de la Liturgia de los difuntos expresa bellamente: «Aunque la certeza de morir nos entristece, nos consuela la promesa de la futura inmortalidad. Porque la vida de los que en ti creemos, Señor, no termina, se transforma». Porque «nuestros seres queridos no han desaparecido en la oscuridad de la nada: la esperanza nos asegura que ellos están en las manos buenas y fuertes de Dios».
El camino es crecer en el amor hacia los que caminan con nosotros, hasta el día en que «ya no habrá muerte, ni duelo, ni llanto ni dolor». De ese modo, también nos prepararemos para reencontrar a los seres queridos que murieron. Así como Jesús entregó el hijo que había muerto a su madre, lo mismo hará con nosotros. No desgastemos energías quedándonos años y años en el pasado. Mientras mejor vivamos en esta tierra, más felicidad podremos compartir con los seres queridos en el cielo. Mientras más logremos madurar y crecer, más cosas lindas podremos llevarles para el banquete celestial.
La Biblia habla de un Dios que nos creó por amor, y que nos ha hecho de tal manera que nuestra vida no termina con la muerte . San Pablo se refiere a un encuentro con Cristo inmediatamente después de la muerte: «Deseo partir para estar con Cristo». Con él, después de la muerte nos espera «lo que Dios ha preparado para los que lo aman». El prefacio de la Liturgia de los difuntos expresa bellamente: «Aunque la certeza de morir nos entristece, nos consuela la promesa de la futura inmortalidad. Porque la vida de los que en ti creemos, Señor, no termina, se transforma». Porque «nuestros seres queridos no han desaparecido en la oscuridad de la nada: la esperanza nos asegura que ellos están en las manos buenas y fuertes de Dios».
El camino es crecer en el amor hacia los que caminan con nosotros, hasta el día en que «ya no habrá muerte, ni duelo, ni llanto ni dolor». De ese modo, también nos prepararemos para reencontrar a los seres queridos que murieron. Así como Jesús entregó el hijo que había muerto a su madre, lo mismo hará con nosotros. No desgastemos energías quedándonos años y años en el pasado. Mientras mejor vivamos en esta tierra, más felicidad podremos compartir con los seres queridos en el cielo. Mientras más logremos madurar y crecer, más cosas lindas podremos llevarles para el banquete celestial.
11. Critica puntual y severamente la falsa educación sexual que, lamentablemente, comenzó a abrirse paso en algunos países.
«Con frecuencia la educación sexual se concentra en la invitación a «cuidarse», procurando un «sexo seguro». Esta expresión transmite una actitud negativa hacia la finalidad procreativa natural de la sexualidad, como si un posible hijo fuera un enemigo del cual hay que protegerse. Así se promueve la agresividad narcisista en lugar de la acogida. Es irresponsable toda invitación a los adolescentes a que jueguen con sus cuerpos y deseos, como si tuvieran la madurez, los valores, el compromiso mutuo y los objetivos propios del matrimonio. De ese modo se los alienta alegremente a utilizar a otra persona como objeto de búsquedas compensatorias de carencias o de grandes límites. Es importante más bien enseñarles un camino en torno a las diversas expresiones del amor, al cuidado mutuo, a la ternura respetuosa, a la comunicación rica de sentido. Porque todo eso prepara para un don de sí íntegro y generoso que se expresará, luego de un compromiso público, en la entrega de los cuerpos. La unión sexual en el matrimonio aparecerá así como signo de un compromiso totalizante, enriquecido por todo el camino previo».
12. La actitud del Pastor debe ser misericordiosa, muy especialmente en este Año Jubilar de La Misericordia.
«La Iglesia debe acompañar con atención y cuidado a sus hijos más frágiles, marcados por el amor herido y extraviado, dándoles de nuevo confianza y esperanza, como la luz del faro de un puerto o de una antorcha llevada en medio de la gente para iluminar a quienes han perdido el rumbo o se encuentran en medio de la tempestad». No olvidemos que, a menudo, la tarea de la Iglesia asemeja a la de un hospital de campaña».
«El camino de la Iglesia es el de no condenar a nadie para siempre y difundir la misericordia de Dios a todas las personas que la piden con corazón sincero. Porque la caridad verdadera siempre es inmerecida, incondicional y gratuita». Entonces, «hay que evitar los juicios que no toman en cuenta la complejidad de las diversas situaciones, y hay que estar atentos al modo en que las personas viven y sufren a causa de su condición».
13. Un hecho providencial: la coincidencia de esta Exhortación Apostólica, con el Año Jubilar de La Misericordia.
El Documento finaliza con esta hermosa Oración:
Oración a la Sagrada Familia
Jesús, María y José,
en vosotros contemplamos
el esplendor del verdadero amor;
a vosotros, confiados, nos dirigimos.
en vosotros contemplamos
el esplendor del verdadero amor;
a vosotros, confiados, nos dirigimos.
Santa Familia de Nazaret,
haz también de nuestras familias
lugar de comunión y cenáculo de oración,
auténticas escuelas del Evangelio
y pequeñas iglesias domésticas.
haz también de nuestras familias
lugar de comunión y cenáculo de oración,
auténticas escuelas del Evangelio
y pequeñas iglesias domésticas.
Santa Familia de Nazaret,
que nunca más haya en las familias episodios
de violencia, de cerrazón y división;
que quien haya sido herido o escandalizado
sea pronto consolado y curado.
que nunca más haya en las familias episodios
de violencia, de cerrazón y división;
que quien haya sido herido o escandalizado
sea pronto consolado y curado.
Santa Familia de Nazaret,
haz tomar conciencia a todos
del carácter sagrado e inviolable de la familia,
de su belleza en el proyecto de Dios.
haz tomar conciencia a todos
del carácter sagrado e inviolable de la familia,
de su belleza en el proyecto de Dios.
Jesús, María y José,
escuchad, acoged nuestra súplica.
escuchad, acoged nuestra súplica.
Amén.
Dado en Roma, junto a San Pedro, en el Jubileo extraordinario de la Misericordia, el 19 de marzo, Solemnidad de San José, del año 2016, cuarto de mi Pontificado.
Franciscus
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