lunes, 8 de noviembre de 2010

(parte 2) LA RELACIÓN SEXUAL: UNA FUSIÓN PSICOSOMÁTICA

II. Sexualidad y genitalidad.

De todas las relaciones humanas posibles e imaginables, la más compleja e importante en la realización existencial de la persona, es la relación sexual. De la filosofía que uno asuma acerca del sexo, dependerá, en gran medida, el éxito o el fracaso de todos sus emprendimientos, y su salud misma, incluso su equilibrio o desequilibrio mental. La mayoría de las personas que acuden al consultorio del psicólogo, tienen problemas en el amor y sus consecuencias más frecuentes: frigidez, impotencia, eyaculación precoz, entre otras. Y estos problemas no se solucionan enseñándole al paciente ¡técnicas anticonceptivas!, tipos de aborto, licencia para las relaciones homosexuales, como si éstas fueran normales, etc. Muchas veces esa práctica sexual misma, vacía de contenido afectivo, y reducida a simples “cuidados” contra las ITS (infecciones de transmisión sexual), contra el VIH Sida, o contra el embarazo, incluyendo abortos “legales”, fue la causa de estas patologías mentales y físicas, acompañadas, no pocas veces, por severos traumas que impiden al que los padece, un desenvolvimiento normal en la vida social y laboral.

La genitalidad: Me apresuro a decir que es posible admitir la “teoría” de que cualquiera puede tener sexo con cualquiera, incluso con personas del mismo sexo. Pero entonces estamos ante un fenómeno diferente al de la relación sexual, que se denomina relación genital. En dicha teoría los genitales están sólo para recibir y proporcionar placer. No se persigue otro fin que la consecución del goce instantáneo, casual y descartable. Algunos llaman a esta clase de encuentros: “free-sex” (sexo libre), o sexo “kleenex” porque, como los pañuelitos de esa marca, se usa y se tira. Esas son simples experiencias genitales, más o menos excitantes y placenteras, de acuerdo también a las características genitales demostradas en el encuentro deseado, que puede terminar bien o mal, según haya llenado o no las expectativas del placer esperado. Y la cadena de compañías descartables continúa hasta llegar al hastío, después de haber probado todas las variantes posibles en estas relaciones carentes de otro significado que no sea el placer. Son experiencias genitales in-significantes, es decir, carentes de significado, puesto que entre dichas personas no se ha creado vinculación alguna ni, obviamente, compromiso alguno: tal como ocurre con los animales de las distintas especies infrahumanas o irracionales, si bien entre ellos la cópula conduce inexorablemente a la procreación, teniendo así un sentido conseguido instintivamente. Entre los humanos, por el contrario, las relaciones genitales pueden realizarse evitando, racional y deliberadamente, su consecuencia, la procreación, todas las veces que los participantes de esos encuentros de aventura, se propongan hacer todo los que les venga en gana, incluso la experiencia realizada entre varias personas juntas, a la vez, pero, eso sí, evitando el embarazo y las infecciones como el Sida, para no echar a perder el disfrute logrado.. Las personas que adoptan esa “teoría” del sexo libre sin embarazo ni contaminaciones, están viviendo su genitalidad. Algunos, en lugar de usar la palabra “teoría” usan estas otras: “perspectiva”, o también “orientación sexual” u “opción sexual” (cuando se trata de la homosexualidad), que viene a ser lo mismo: genitalidad, habida cuenta que la cópula homosexual es siempre genital, y por ende anormal, precisamente porque no alcanza a devenir en verdadero amor: de ahí la notoria promiscuidad de estas personas, por lo cual la inmensa mayoría de ellas no se casan, ni desean hacerlo, como se comprobó en España: a dos años de contar con la ley, solo el 0,07% de los homosexuales españoles se casaron. En el Manual DSM-IV, y en el de la OMS, la homosexualidad ya no figuran como anormalidad. Pero, para vergüenza de la Medicina estadounidense, fueron los gays y su poderoso “lobby” quienes, bajo graves amenazas, literalmente obligaron a los Psiquiatras a obedecerles, consiguiendo que retiraran la homosexualidad del catálogo de las perversiones sexuales, como siempre figuró, y como realmente lo es. Aquello fue una “victoria” política, no una conquista científica. Existen muchos casos de gays y lesbianas, que han superado, con la psicoterapia, esa tendencia.
Este tipo de comportamiento meramente genital, tanto en la hetero como en la homosexualidad es psicológicamente patológico. Conduce, inexorablemente, a estados emocionales alterados, a la angustia, a la depresión, cuando no al suicidio o a los crímenes pasionales. Hay mucha literatura sobre esto, tanto en los libros de Psiquiatría, como en las noticias periodísticas.

La sexualidad, por el contrario, también llamada erotismo, involucra la tendencia carnal instintiva, humanizada por el encanto de la persona deseada, y por el amor a ella, es decir, lo biológico, lo psicológico y lo espiritual. Lo biológico surge espontáneamente ante el atractivo físico que tiene la persona deseada; lo psicológico se refiere a ciertas cualidades “encantadoras” que demuestra poseer, como la dulzura, el interés por escuchar al otro, la servicialidad, la responsabilidad, por citar algunas; y el amor, impulso irresitible al comienzo, fenómeno conocido con el nombre de enamoramiento, caracterizado por el sentimiento insuperable de apego a la persona, que evoluciona hasta convertirse en la decisión de consagrar la propia vida a servirla y promoverla, brindándole toda la ayuda para que pueda alcanzar lo que se propone como objetivos de su vida. Esta noble realidad compuesta por esos tres “ingredientes” psico-somáticos, no solo somáticos o corporales, la experimentan, en reciprocidad, la mujer hacia el varón, y éste hacia aquella.
Cuando hablamos del componente psicológico, nos estamos refiriendo a dos funciones de la psiquis (o “psiqué”, que en griego significa alma). Esas dos funciones son: la mental, caracterizada por el apego a la persona, el goce de su compañía, la admiración de sus exquisitas cualidades, el afecto, el cariño, la ternura, entre otras expresiones mentales; y la espiritual, caracterizada por la decisión de servirle a la persona, asumiendo aún los más severos sacrificios, el renunciamiento de sí mismo, como las propias comodidades, el tiempo libre; y la disposición de consagrarse a la felicidad de esa persona, aún al costo de la propia vida: El que ama, de veras, es capaz de dar la vida por aquello que ama, lo cual ya no proviene de la mente en su función psicológica, sino en su función espiritual. Debo aclarar que este fenómeno tan elevado que nos diferencia de los mamíferos inferiores, se encuentra también en otros aspectos de la vida, como en el amor a la patria, o a la ciencia, por dar solo un par de ejemplos. Hubo personas que han dado la vida en esos campos, y los valoramos recordándoles y honrándoles con el nombre de “héroes”. En cualquiera de los casos, dar la vida por algo o alguien, es una decisión heroica.
En la próxima entrada explicaré el significado del Eros y Ágape.

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