domingo, 18 de agosto de 2013

NADIE ES MÁS FELIZ QUE OTRO: LUCHAR ES INDISPENSABLE



Queridos amigos y lectores:

En mi próximo libro, a publicarse este año, que trata de UNA EDUCACIÓN BASADA EN VALORES, subrayo enfáticamente el sabio consejo de que no debemos envidiar a nadie viéndolo triunfar, ni a los que dicen o escriben que son inmensamente felices.
¿Saben por qué no hay que envidiar? Porque todos tenemos nuestras propias cruces, nuestros propios dolores. Nadie lleva una cruz más pesada que otro, ni más liviana.
Nadie es más feliz que otro. 
 No pocas veces, detrás de una aparente fachada de triunfo y felicidad, la persona está sufriendo muy graves problemas.
Hasta el santo, junto a su inmensa paz interior, lleva en el alma sufrimientos muy grandes.

Luchar para superarlos es el único camino. Luchar es, además, indispensable para consolidar en nosotros la madurez necesaria para nuestro propio desarrollo.

El Dr. Eben Alexander, Neurocirujano, en su libro best-seller "La prueba del Cielo", nos relata todo lo que vivió ¡estando muerto!
Ese libro es imperdible, y hay que pedirlo por Amazon.

Uno de los descubrimientos que hizo estando muerto fue el de constatar el sentido del dolor en esta vida.

Les envío un artículo, referente a la realidad del dolor como fenómeno necesario para alcanzar la felicidad, que acaba de aparecer en mi correo. Me gustó, y me pareció bueno reenviarlo.
Su autor ilustra, de manera muy clara, el tema de la importancia del sufrimiento.

Les sugiero que lean todo ese artículo, y que compren el libro del Neurocirujano: no se van a arrepentir.

Cordiales saludos:
Dr. Francisco Oliveira y Silva
Cel.: 0985 24 26 01

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Autor: Juan Rafael Pacheco | Fuente: Catholic.net

En inglés tienen una frase que lo dice todo: "easy comes, easy goes", o sea, fácil viene, fácil se va. Vemos cómo la depresión abate despiadadamente a los que lo tienen "todo", y la melancolía es parte triste de sus vidas, al comprobar lastimosamente que no "todo" lo compra el dinero.

¿Qué es lo que pasa? ¿Por qué tantos grandes ricos son presa fácil del consultorio del psiquiatra, del psicólogo? ¿Por qué los que heredan fortunas tienden frecuentemente a vivir una vida vacía, de hastío existencial?

Entonces, ¿será necesaria la lucha diaria por la vida para lograr ser felices?

Cuentan de un hombre que encontró un capullo de mariposa. Lo llevó a su casa para observar la mariposa cuando saliera.

Un día notó que tenía un pequeño orificio. Había llegado el momento tan esperado. Ahí permaneció durante varias horas, viendo la mariposa luchar para lograr pasar su cuerpo a través del pequeñísimo huequito.

Pronto pareció que había cesado de forcejear pues no lograba salir. Parecía estar atascada.
Sintiendo lástima, el hombre quiso ayudarla. Con una tijerita cortó a un lado del agujero agrandándolo, y la mariposa salió al fin del encierro.

Pero no era el hermoso ejemplar que el hombre esperaba. Tenía el cuerpo muy hinchado y unas alas pequeñas y dobladas.

El hombre confiaba que en cualquier instante las alas se desdoblarían y la hinchazón del cuerpo cedería.

No pasó ni lo uno ni lo otro. La infeliz solamente podía arrastrarse en círculos con su cuerpecito hinchado y sus alas dobladas. Jamás logró volar.

Lo que el hombre no había entendido era que la restricción de la apertura del capullo y el esfuerzo de la mariposa de salir por el diminuto agujero, eran parte natural del proceso, que forzaba fluidos del cuerpo de la mariposa hacia sus alas, para que alcanzaran el tamaño y fortaleza requeridos para poder volar y ser libre finalmente.

¿Qué fue lo que pasó? Muy sencillo. Al privar la mariposa de la lucha, también le fue privado su normal desarrollo.

Si Dios nos permitiera progresar en todo sin obstáculos, nos convertiríamos en seres inútiles. No podríamos crecer y ser fuertes como podríamos haberlo sido a través del esfuerzo y la constancia, a través de la lucha, a través del trajín de cada día.

¡Cuánta verdad encierra esta pequeña historia!
¡Cuántas veces queremos tomar el camino fácil para salir de las dificultades, tomando en nuestras propias manos esas tijeras y recortando el esfuerzo, para encontrarnos al final con un resultado insatisfactorio y muchas veces desastroso!

Apliquémonos la lección, y agradezcamos a Dios que tengamos que luchar para conseguir con Su ayuda el pan nuestro de cada día.

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