lunes, 23 de diciembre de 2013

UN MOMENTO DE PAZ Y DE AMOR EN NAVIDAD



Queridos amigos y lectores:

Es ya tradicional en todo el mundo, sentirnos metidos en el ajetreo propio de la preparación de la Fiesta de Navidad.
Hay mucha tensión, a veces, en estos preparativos: los invitados, los regalos, los precios, las comidas... y otros tantos detalles que se han hecho obligatorios para tan hermosa celebración.
Lamentablemente todo eso, si no es bien manejado, conduce al nerviosismo, al cansancio, y al estrés, que son estados emocionales capaces de generar discusiones de alta tensión dentro de la familia, y terminar perjudicando la belleza de la celebración que todos esperamos para esa Noche Santa.
Dije "Noche Santa" porque ese fue el origen de la Navidad: honrar al tres veces "Santo, que viene en el Nombre del Señor".
Muchas personas, desgraciadamente, se adueñaron de tan grato evento para dedicarse a potenciar esta noche, como un gran disfrute del año que agoniza, sin importarles mucho qué celebramos.
Celebramos, como dije, la venida de nuestro Salvador, el Hijo de Dios, a la Tierra, para morir por nosotros.

Es muy raro nacer a la vida con la misión de morir por los demás.
Todo el mundo tiene una misión, es cierto, pero nadie encuentra que trae la misión de morir por otro.
Por eso, aunque se sume la potencia de todos los cerebros de los pensadores más privilegiados y profundos, no se logrará responder a esta pregunta: ¿por qué Dios se tuvo que encarnar en el Verbo para redimirnos de nuestros pecados?
No me pondré a hacer hipótesis sobre tan misterioso interrogante, sino solamente les invitaré a tomarse un breve descanso en medio del ajetreo de estos días, para regalarnos unos minutos de paz que sirvan como potente refrigerio a nuestras almas.
Y, en ese microclima de recogimiento, les propongo renovar nuestra decisión de seguir colaborando con el Plan de Dios, cada cual desde su puesto de combate en la vida, para contribuir a la instalación de su Reino en la Tierra.
 
Ese Reino no es una metáfora, sino una realidad tan profundamente descrita en el prefacio de la Misa de Cristo Rey del Universo, cuando escuchamos al celebrante, en un pasaje de tan bella oración, pronunciar estas sublimes palabras:

"Señor, santo Padre, omnipotente y eterno Dios, que ungiste a tu unigénito Hijo y Señor nuestro Jesucristo, sacerdote eterno y rey de todos, con óleo de alegría, para que, ofreciéndose a sí mismo en el ara de la cruz, como víctima pacífica y sin tacha, obrase el misterio de la humana redención, y, una vez sometidas a su imperio todas las criaturas, entregase a tu infinita majestad un reino eterno y universal, reino de verdad y de vida, reino de santidad y de gracia, reino de justicia, de amor y de paz". 
 Sí: el Reino de Cristo es el reino de la JUSTICIA, DEL AMOR Y DE LA PAZ".
Curiosamente, en esta santa noche, la Nochebuena, en todo el mundo se escucha la dulce canción "Noche de Paz, noche de Amor".
Pero no es posible que logremos la Paz, si no hay Justicia.
Por eso me permito transcribir  un pequeño fragmento del extenso y profundo discurso del Beato Juan Pablo II, con motivo de la 31 Jornada Mundial de la Paz.
Me permití subrayar algunos puntos:


PARA LA CELEBRACIÓN DE LA
 XXXI JORNADA MUNDIAL DE LA PAZ

1 DE ENERO DE 1998


DE LA JUSTICIA DE CADA UNO NACE LA PAZ PARA TODOS
1. La justicia camina con la paz y está en relación constante y dinámica con ella. La justicia y la paz tienden al bien de cada uno y de todos, por eso exigen orden y verdad. Cuando una se ve amenazada, ambas vacilan; cuando se ofende la justicia también se pone en peligro la paz.

Hay una estrecha relación entre la justicia de cada uno y la paz para todos, por este motivo deseo dirigirme, con el presente Mensaje para la Jornada de la Paz, ante todo a los Jefes de Estado, teniendo bien presente que el mundo de hoy, aunque lacerado en muchas regiones por tensiones, violencias y conflictos, está en busca de nuevas formas y de equilibrios más estables, en vista de una paz auténtica y duradera para toda la humanidad.

Justicia y paz no son conceptos abstractos o ideales lejanos; son valores que constituyen un patrimonio común y que están radicados en el corazón de cada persona. Todos están llamados a vivir en la justicia y a trabajar por la paz: individuos, familias, comunidades y naciones. Nadie puede eximirse de esta responsabilidad.

Pienso tanto en quienes, a su pesar, se encuentran implicados en dolorosos conflictos, como en los marginados, los pobres y las víctimas de todo tipo de explotación: son personas que experimentan en su carne la ausencia de la paz y los efectos desgarradores de la injusticia. ¿Quién puede quedar indiferente ante su anhelo de una vida asentada en la justicia y en la auténtica paz? Es responsabilidad de todos hacer lo posible para que lo alcancen, pues la plena justicia sólo se obtiene cuando todos pueden participar de ella por igual.

La justicia es, al mismo tiempo, virtud moral y concepto legal. En ocasiones, se la representa con los ojos vendados; en realidad, lo propio de la justicia es estar atenta y vigilante para asegurar el equilibrio entre derechos y deberes, así como el promover la distribución equitativa de los costes y beneficios. La justicia restaura, no destruye; reconcilia en vez de instigar a la venganza. Bien mirado, su raíz última se encuentra en el amor, cuya expresión más significativa es la misericordia. Por lo tanto, separada del amor misericordioso, la justicia se hace fría e hiriente. 
 (Tomado de "L´Osservatores romano").


Queridos amigos:


La expresión "¡FELIZ NAVIDAD!" encierra, no solo


  • el deseo de que se pase muy bien esa noche, sino 
  • QUE SURJA EN NOSOTROS LA FUERZA PARA SUMARNOS A LOS MILLONES DE PERSONAS QUE TRABAJAN, SINCERA Y DENODADAMENTE, EN LA INSTALACIÓN DEL REINO DE JUSTICIA, DE PAZ Y DE AMOR QUE JESÚS VINO A TRAER AL MUNDO. De todo corazón les deseo, con este pensamiento, FELIZ NAVIDAD, Y QUE NO DECAIGA, EN EL NUEVO AÑO 2014, NUESTRA PASIÓN POR COLABORAR EN LA INSTALACIÓN DE LA JUSTICIA EN NUESTRA PATRIA, PARA QUE NUNCA NOS OBLIGUEN A VIVIR BAJO LEYES INMORALES.


Cordiales saludos:
Dr. Francisco Oliveira y Silva

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