domingo, 23 de octubre de 2011

LA TIRANÍA DE LOS CELULARES



Muy queridos amigos:

Se suele escuchar en algunas conferencias, y leer en algunos libros o revistas, que"ESTAMOS EN EL SIGLO DE LAS COMUNICACIONES".

ESTA AFIRMACIÓN ES FALSA.

ESTAMOS EN EL SIGLO DE LOS "CONTACTOS", simplemente, que no es lo mismo.

En efecto: un montón de piedras TAMBIÉN ESTÁN EN CONTACTO, pero NO SE COMUNICAN.

"CONTACTAR" es ponerse junto a algo o a alguien, sin importarle a ese tal, quien sea eso o ese al lado del cual se puso, ni qué piensa o siente, como ocurre en el montón de piedras.
Es, simplemente, estar al lado de otro, como en esas relaciones sexuales casuales y descartables semejantes a las de los animales irracionales; o encontrarse en ciertas reuniones, pequeñas o grandes, donde los allí reunidos están también todos juntos, pero sin que a nadie le interese la realidad del otro o de los otros.

"COMUNICARSE", en cambio, es ubicarse dentro de la realidad de algo o alguien, puesto que esa cosa o persona le importa mucho a uno y, en consecuencia, se siente el deseo imperioso de interiorizarse acerca de esa realidad o, si se trata de personas, interesarse vivamente por conocer lo que esa persona piensa o siente, para compartirlo.

El ejemplo más ilustrativo de este hermoso y singular fenómeno es el del cuerpo humano: en él, todo se encuentra comunicado e interdependiente, permitiendo, gracias a ello, la vida de la persona.

Y, en la sociedad, el modelo emblemático de la comunicación es la Familia, porque ella funciona como un cuerpo humano: en la familia, como en el cuerpo, cada miembro se encuentra íntimamente relacionado con los demás en vital "común unidad", de donde surge la palabra "comunidad" o unidad de vida.

Curiosamente, en el así llamado "Siglo de las Comunicaciones", en el cual podemos informarnos acerca de algún acontecimiento, a los pocos segundos de haber ocurrido, en cualquier lugar del planeta, ES EL SIGLO EN CUAL CUAL LAS PERSONAS SE SIENTEN CADA VEZ MENOS COMUNICADAS ENTRE SÍ, MÁS AISLADAS, Y MÁS DEPRIMIDAS.
Los Antidepresivos y los Anticonceptivos, ocupan el primer lugar en el ranking de venta de fármacos en el mundo actual.

Y, más curiosamente aún, los responsables (¡o irresponsables!) de la marcha de las naciones, en lugar de priorizar una educación que permita descubrir y acrecentar en el educando las riquezas que encierra todo ser humano, las ocultan y desprecian; en lugar de promover el valor y la práctica de las comunicaciones, se dedican a incrementar la tecnología de la información instantánea; en lugar de enseñar y promover los valores morales, se dedican, criminalmente, a promover la abolición de la moral, la permisividad en todos los ámbitos, especialmente en el de la sexualidad; ellos la reducen al "derecho genital", inventado por ellos, enseñando que cada cual debe gozar de sus genitales como quiera y con quien quiera, sin restricción alguna.
Han declarado así, dictatorialmente, la sentencia de muerte a los valores, a la familia, al estudio de la Filosofía, y al conocimiento del pensamiento humano milenario, que se ha perpetuado a través de las más variadas propuestas de espiritualidad que nos han legado los grandes Maestros.

Ya no se educa en valores. Ya no se educa para formar familia.
Ciertos "poderosos" de las finanzas y de la política espuria han destrozado la "comunidad" y la comunicación, en el sacrílego altar de las informaciones rápidas, de los interminables programas superficiales "porno-divertidos" de las radios y de la televisión, en el marketing de las comidas chatarras, promoviéndolo todo como descartable: vasos, pañales, cubiertos, jeringas, artefactos, etc. y, dentro de tal "cultura de lo descartable", florecen las parejas descartables, las amistades descartables, las familias descartables.

No estoy en contra de la tecnología. Ella ha posibilitado salvar ¡tantas vidas! ¡Cuántas veces, gracias al teléfono celular, por ejemplo, se ha podido llamar al médico, o una ambulancia, a los bomberos, a un amigo... o enviar un cálido mensaje de cariño, amistad, o amor, a cierta persona en alguna ocasión muy especial!

Pero estoy en contra de la "tecnodependencia", que funciona lo mismo que una droga, no solo porque esclaviza al adicto, sino porque atenta frontalmente contra los valores de la comunidad y de la comunicación.

Como noticia curiosa al respecto de estas reflexiones, les envío un mail que me llegó, tocando el tema de la dependencia de los teléfonos celulares.
Dicen que, con el nombre de "BlackBerry", designaban antiguamente las negras bolas de hierro atadas al tobillo de los esclavos para evitar su fuga: ellos, así, quedaban atrapados, tal como muchos de los que hoy cuentan con ese aparatito que lleva el mismo nombre, y que los esclaviza de igual manera. (Ver esto en Internet).

Espero que estas reflexiones mías, y la noticia a la que se refiere el mail que les estoy reenviando, puedan servirles para sacar importantes conclusiones, y les ayude a tomar la decisión de usar adecuadamente la tecnología, evitando caer en sus redes.

Cordiales saludos:
Dr. Francisco Oliveira y silva.

___________________________________________

Este es el mail:
MUERTE DE LA CONVERSACIÓN

Acabo de leer en internet que a la entrada de algunos restaurantes europeos, les decomisan a los clientes sus teléfonos celulares. Según la nota, se trata de una corriente de personas que busca recobrar el placer de comer, beber y conversar sin que los "ring tones" interrumpan o los comensales y den vueltas como gatos, entre las mesas, mientras hablan a gritos con sus celulares.

La noticia me produjo envidia de la buena. Personalmente, ya no recuerdo lo que es sostener una conversación de corrido, larga y profunda, bebiendo café o chocolate, sin que mi interlocutor me deje con la palabra en la boca, porque suena su celular. En ocasiones es peor. Hace poco estaba en una reunión de trabajo, que simplemente se disolvió porque tres de las cinco personas que estábamos en la mesa empezaron a atender sus llamadas urgentes por celular. Era un caos espantoso de conversaciones al mismo tiempo.

Gracias al celular, la conversación se está convirtiendo en un esbozo telegráfico que no llega a ningún lado. El teléfono se ha convertido en un verdadero intruso. Cada vez es peor. Antes, la gente solía buscar un rincón para hablar por celular. Ahora se ha perdido el pudor. Todo el mundo grita por su móvil, desde el lugar mismo en que se encuentra.

La batalla contra los conductores que manejan con una mano, mientras con la otra, además de sus ojos y su cerebro, se concentran en contestar el celular, parece perdida. Aunque la gente piensa que puede hablar o escribir al tiempo que se conduce, hay que estar en un accidente causado por un adicto al teléfono para darse cuenta de que no es así.

No niego las ventajas enormes con la comunicación por celular. La velocidad, el don de la facilidad para ser ubicado que produce, y por supuesto, la integración que ha propiciado para muchos sectores antes al margen de la telefonía. Pero me preocupa que mientras más nos comunicamos en la distancia, menos nos hablamos cuando estamos cerca.

Me impresiona la dependencia que tenemos del teléfono. Preferimos perder la cédula profesional que el móvil, pues con frecuencia, la tarjeta si funciona más que nuestra propia memoria. El celular más que un instrumento, parece una extensión del cuerpo, y casi nadie puede resistir la sensación de abandono y soledad cuando pasan las horas y éste no suena. Por eso quizá algunos nunca lo apagan. En el cine he visto a montones contestar en voz baja para decir:

-Estoy en el cine, después te llamo.

Es algo que por más que intento, no puedo entender. También puedo percibir la sensación de desamparo que se produce en muchas personas cuando las azafatas dicen en el avión que está a punto de despegar que es hora de apagar los celulares. También he sido testigo de la inquietud que se desata cuando suena uno de los timbres más populares y todos en acto reflejo nos llevamos la mano al bolsillo o la cartera, buscando el propio aparato.

Pero de todos, los Blackberry merecen capítulo aparte. Enajenados y autistas. Así he visto a muchos de mis colegas, absortos en el chat de este nuevo invento. La escena suele repetirse. El Blackberry en el escritorio. Un pitido que anuncia la llegada de un mensaje, y el personaje que tengo en frente se lanza sobre el teléfono. Casi nunca pueden abstenerse de contestar de inmediato. Lo veo teclear un rato, masajear la bolita, y sonreír; luego mirarme y decir: "¿En qué íbamos?". Pero ya la conversación se ha ido al traste. No conozco a nadie que tenga Blackberry y no sea adicto a éste.

Alguien me decía que antes, en las mañanas al levantarse, su primer instinto era tomarse un buen café. Ahora su primer acto cotidiano es tomar su aparato y responder al instante todos sus mensajes. Es la tiranía de lo instantáneo, de lo simultáneo, de lo disperso, de la sobredosis de información y de la conexión con un mundo virtual que terminará acabando con el delicioso placer de conversar con el otro, frente a frente.


Autor anónimo.


No hay comentarios:

Publicar un comentario