sábado, 11 de abril de 2020

"ANTES DE QUE LOS DEMONIOS VUELVAN"



Queridos amigos y lectores:

Con el Exultet, el cantor anuncia la inminencia de la Resurrección de Cristo.

En esta Noche Santa de la Vigilia Pascual, la Iglesia entona un himno de alegría, conocido como el Pregón Pascual, lleno de regocijo y poesía, porque con él se anuncia LA RESURRECCIÓN DE JESÚS.

Tan bella composición poética comienza con estas palabras: 

"Exulten por fin los coros de los ángeles,
Exulten las jerarquías del cielo,
y por la victoria de rey tan poderoso
que las trompetas anuncien la salvación".

En la estrofa final se canta:

Te rogamos, Señor, que este cirio,
consagrado a tu nombre,
para destruir la oscuridad de esta noche,
arda sin apagarse
y, aceptado como perfume,
se asocie a las lumbreras del cielo.
Que el lucero matinal lo encuentre ardiendo,
ese lucero que no conoce ocaso:
Jesucristo, tu Hijo.


OBSERVACIÓN: En latín, idioma en el que fue compuesto este himno 

  • "lucero matinal" se dice "lúcifer", con minúscula, que nada tiene que ver con 
  • "Lucifer", con mayúscula, nombre de un ángel caído.

HAGO ESTA ACLARACIÓN "ANTES DE QUE COMIENCEN A CIRCULAR" EN LAS REDES SOCIALES 


  • COMENTARIOS MALINTENCIONADOS, O 
  • FRUTOS DE LA IGNORANCIA DEL LATÍN Y DE LA LITURGIA,
    DICIENDO QUE
    "¡EL PAPA INVOCÓ A LUCIFER EN LA MISA DEL SÁBADO SANTO!".


"Antes de que los demonios vuelvan" es el feliz título de un hermoso libro del padre Oscar González Quevedo, fundador del CLAP (Centro Latino Americano de Parapsicología), en Anchieta, Sao Paulo (Brasil), en el que trata el fascinante tema de aquellas personas que "ven demonios" en cualquier fenómeno raro.

El objetivo de ese libro es prevenir al lector, para que se informe de las causas de dichos fenómenos, antes de volver a atribuirlos a los demonios.

Utilizando tan llamativo título, me puse a escribir estos renglones, 

  • "Antes de que Lucifer vuelva" a ser promocionado 
  • en la redes sociales, como protagonista de la Vigilia Pascual.

ESTE ES EL EXULTET COMPLETO: 

Se lo canta el Sábado Santo, de noche, después de la bendición del fuego, y de haber encendido el Cirio Pascual que lleva el celebrante hasta el altar, cantado este verso: "La luz de Cristo: demos gracias a Dios".
Colocado el cirio en el gran candelabro, presidiendo  tan solemne momento, el cantor entona lo siguiente:

Exulten por fin los coros de los ángeles,
Exulten las jerarquías del cielo,
y por la victoria de rey tan poderoso
que las trompetas anuncien la salvación.

Goce también la tierra, inundada de tanta claridad,
y que, radiante con el fulgor del Rey eterno,
se sienta libre de la tiniebla,
que cubría el orbe entero.

Alégrese también nuestra madre la Iglesia,
revestida de luz tan brillante;
resuene este templo
con las aclamaciones del pueblo.

Por eso, queridos hermanos,
que asistís a la admirable claridad de esta luz santa,
invocad conmigo la misericordia de Dios Omnipotente,
para que aquel que, sin mérito mío,
me agregó al número de los Diáconos,
completen mi alabanza a este cirio,
infundiendo el resplandor de su luz.

El Señor esté con ustedes.
Y con tu espíritu.
Levantemos el corazón.
Lo tenemos levantado hacia el Señor.
Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
Es justo y necesario.

Realmente es justo y necesario
aclamar con nuestras voces
y con todo el afecto del corazón
a Dios invisible, el Padre Todopoderoso,
y a su único Hijo, Nuestro Señor Jesucristo.
Porque Él ha pagado por nosotros al Eterno Padre
la deuda de Adán
y, derramando su Sangre, canceló el recibo
del antiguo pecado.

Porque éstas son las fiestas de Pascua
en las que se inmola el verdadero Cordero,
cuya Sangre consagra las puertas de los fieles.

Esta es la noche en que sacaste de Egipto,
a los israelitas, nuestros padres,
y los hiciste pasar a pie el Mar Rojo.

Esta es la noche en que la columna de fuego
esclareció las tinieblas del pecado.

Esta es la noche
en la que por toda la tierra,
los que confiesan su fe en Cristo, son arrancados
de los vicios del mundo
y de la oscuridad del pecado,
son restituidos a la gracia
y son agregados a los santos.

Esta es la noche en que,
rotas las cadenas de la muerte,
Cristo asciende victorioso del abismo.
¿De qué nos serviría haber nacido
si no hubiéramos sido rescatados?

¡Qué asombroso beneficio de tu amor por nosotros!
¡Qué incomparable ternura y caridad!
¡Para rescatar al esclavo, entregaste al Hijo!

Necesario fue el pecado de Adán,
que ha sido borrado por la muerte de Cristo.
¡Feliz la culpa que mereció tal Redentor!

¡Qué noche tan dichosa!
Sólo ella conoció el momento
en que Cristo resucitó del abismo.

Esta es la noche de que estaba escrito:
«Será la noche clara como el día,
la noche iluminada por mi gozo.»
Y así, esta noche santa
ahuyenta los pecados,
lava las culpas,
devuelve la inocencia a los caídos,
la alegría a los tristes,
expulsa el odio,
trae la concordia,
doblega a los potentes.

En esta noche de gracia,
acepta, Padre Santo,
el sacrificio vespertino de esta llama,
que la Santa Iglesia te ofrece
en la solemne ofrenda de este cirio,
obra de las abejas.

Sabemos ya lo que anuncia esta columna de fuego,
ardiendo en llama viva para gloria de Dios.
Y aunque distribuye su luz,
no mengua al repartirla,
porque se alimenta de cera fundida,
que elaboró la abeja fecunda
para hacer esta lámpara preciosa.

¡Qué noche tan dichosa
en que se une el cielo con la tierra,
lo humano con lo divino!

Te rogamos, Señor, que este cirio,
consagrado a tu nombre,
para destruir la oscuridad de esta noche,
arda sin apagarse
y, aceptado como perfume,
se asocie a las lumbreras del cielo.

Que el lucero matinal lo encuentre ardiendo,
ese lucero que no conoce ocaso:
Jesucristo, tu Hijo,
que, volviendo del abismo,
brilla sereno para el linaje humano,

y vive y reina por los siglos de los siglos.
Amén.

COMENTARIO FINAL

La primera vez que se cita en la Biblia la palabra Lucifer es en un texto del profeta Isaías (Is 14.12-14), para designar al Luceroque es un astro que precede la salida del sol, por lo cual se le llama también "hijo de la aurora". 

El profeta Isaías aplica ese nombre, en tono de sátira y burla, a un rey de Babilonia, 
  • poderoso y soberbio, 
  • pero caído después de haberse creído deslumbrante e invencible. 
Posiblemente ese tal era Nabucodonosor, al cual el profeta lo compara con un lucero caído.

También hoy hablamos de 
  • "Estrellas del cine", para referirnos a actrices sobresalientes por su belleza y por su enorme talento artístico, o 
  • "Astros del fútbol" para nombrar a los más deslumbrantes jugadores.
Y si fracasan, como consecuencia de haber incurrido en algún delito, hablaremos de"Estrellas o astros caídos". 

En el lenguaje literario estas formas expresivas reciben el nombre de "metáfora", figura poética que consiste en "nombrar una cosa con el nombre de otra, con la cual existe cierta relación de semejanza".

Pues bien, Isaías, al emplear el término de "lucero, hijo de la aurora", en latín "lucifer fili aurorae", está usando una metáfora para referirse a un poderoso rey caído semejante a un lucero caído.

Cito el párrafo en latín:  "Quomodo cecidisti de caelo, lucifer, fili aurorae? 
Traducción al español: "¿Cómo caíste del cielo lucero hijo de la aurora?

Hechas estas importantes aclaraciones, les deseo a todos:

¡MUY FELICES PASCUAS DE RESURRECCIÓN!

Cordiales saludos:
Dr. Francisco Oliveira y Silva

No hay comentarios:

Publicar un comentario