miércoles, 28 de noviembre de 2018

EL ROL DEL PADRE Y DE LA MADRE EN LA EDUCACIÓN DE LOS HIJOS




Queridos amigos y lectores:

hijo abrazando a su padre anciano feliz fondo claro  
CON EL PASO DEL TIEMPO EL HIJO LLEGA A CONVERTIRSE EN
"PADRE" DE SU PADRE




Uno de los grandes valores humanos que nos están arrebatando los promotores de la maldita Ideología de Género, es LA CÁLIDA PRESENCIA DEL PADRE EN EL HOGAR.

Esa Ideología creada por personas violentas y mentalmente perturbadas, trae en sus entrañas putrefactas el sangriento propósito de doblegar al Pueblo por la fuerza criminal de la tiranía feroz que obliga, mediante leyes compradas "a medida", a que todos admitamos que "es verdad lo que ellos deciden que es verdad", y termina por reducir a polvo la figura del padre, y la de la madre, las cuales jamás podrán ser sustituidas por lo que estos degenerados llaman "dos papás", o "dos mamás", unidos en el disparate del "supuesto matrimonio igualitario". 

Pretender formar una familia con dos papás, o dos mamás, es tan absurdo, como intentar cruzar el mar a nado.

La familia humana, integrada por un hombre, una mujer, y sus hijos, existe desde el origen de los tiempos, siendo así milenariamente anterior a cualquier Estado, Ideología, o Ley.
Y eso es así, 
  • no sólo para posibilitar la procreación la especie humana gracias al aparato reproductor característico de cada sexo
  • sino porque el varón la mujer tienen roles psicológicos diferentes, característicos de la masculinidad y femineidad, respectivamente, indispensables para la educación de los hijos.
  • ES OBVIO QUE DOS PERSONAS DEL MISMO SEXO NO PUEDEN ASUMIR AMBOS ROLES.
El destacado psicoanalista, psicólogo social y filósofo Erich Fromm, en su libro "El arte de amar" (Ver pág. 52 a 60), profundiza la descripción de estos roles, y los analiza en detalle.  
Resumo aquí su teoría, muy escuetamente, en pocos renglones: 

La masculinidad del varón normalcuando es padre, desarrolla en los hijos el principio del deber.
La femineidad de la mujer normalcuando es madre, desarrolla en los hijos el principio del placer.
Y toda persona normal debe regirse por ambos principios, para estar en condiciones de:
  • 1. Poder disfrutar de la vida: divertirse, vivir alegremente, hacer cosas agradables, es decir, disfrutar del placer de vivir;  pero también
  • 2. Ser responsable: trabajar, soportar los sacrificios, afrontar los problemas, es decir, cumplir con su deber.
Lo primero, lo aprende de la madre. 
Lo segundo, lo aprende del padre.
  • El amor de la madre es incondicional: "amo a mi hijo, porque es mi hijo". No importa lo que haga.
  • El amor del padre es condicionado: "amo a mi hijo porque cumple su deber". Importa su conducta.
Por eso, no pocas veces, la madre se hace "cómplice" del mal comportamiento del hijo, y le dice: "esto no le voy a contar a tu papá", porque ella sabe que el padre va a tomar severas medidas.

Pero en otras ocasiones, cuando los hijos son aún pequeños, no se da esa "complicidad", sino más bien lo contrario: "la denunciadel mal comportamiento; y la madre, valiéndose de la autoridad que tiene el padre en la casa, le dice al hijo, en forma de amenaza: "Esto le voy a contar a tu papá cuando venga del trabajo", porque sabe que esa amenaza tiene el efecto de frenar el mal comportamiento del hijo. 

Con respecto a esta última experiencia, que muchos hemos tenido en nuestra infancia, recuerdo un hermoso poema del poeta argentino Héctor Gagliardi, que me tocó recitar estando en sexto grado, cuando cursaba mis estudios en la ciudad de Córdoba. 
Lo transcribo, y luego pongo el enlace para poder escuchar, en la voz del propio autor del poema, tan bellos pensamientos acerca de la imprescindible figura del padre.

El padre(De Héctor Gagliardi)

¿Y negra, te puedo hablar?,
ya los pibes se han dormido,
así que dejá el tejido,
que después te equivocás.
Hoy te quiero preguntar
por qué motivo las madres
de la mañana a la tarde
amenazan a sus hijos
con ese estribillo fijo:
"¡Ah, cuándo venga tu padre!"
Y con "tu padre" de aquí,
y con "tu padre" de allá,
resulta de que al final
al verme llegar a mí,
lo ven entrar a Caín
y escapan por todos lados.
Y yo, que vengo cansado
de trabajar todo el día,
recibo por bienvenida
una lista de acusados.
Vos empezás con tus quejas
y yo, tengo que "enojarme",
¡lo mismo que hacía mi padre!
cuando escuchaba a la vieja,
que entraba a fruncir las cejas
apoyando a esa fiscal
que en medio del temporal
se erigía en defensora,
lo mismo que vos ahora,
que siempre me dejás mal.
Si los perdono: ¡Qué ejemplo!
¡Así es como los educo!
Si los castigo: ¡Sos bruto!
¡Vos no tenés sentimientos!
A mí, que llegué contento,
y no tuve más remedio
que poner cara de serio
y escuchar tu letanía.
A mí, que me paso el día
pensando jugar con ellos.
Yo sueño llegar a casa
y olvidarme felizmente
del trabajo, de la gente
y de todo lo que pasa.
Los hijos son la esperanza,
el porqué de nuestras vidas,
por eso nunca les digas:
"¡Ah, cuándo venga tu padre!"
No quiero encontrar culpables,
quiero encontrar alegría.
Que no me pongas de escudo
como lo hacía mi madre
que consiguió que a mi padre
lo imaginara un verdugo.
Él llegaba, y te aseguro
que terminaban las risas;
y en lugar de una caricia
y hablarle como a un amigo,
lo miraba compungido
presintiendo una paliza.
Y el pobre que me entendía,
sacudiendo la cabeza,
escuchaba con tristeza
lo que mi madre decía
y que él de sobra sabía:
¡Que con este no se puede!,
¡que me ensució las paredes!,
¡que la calle!, ¡la pelota!,
¡que trajo muy malas notas!
¡y me saca canas verdes!
"¡A la cama, sin comer!",
aburrido me ordenaba.
Mi madre me consolaba
y yo lo culpaba a él.
Él que llegaba recién
de trabajar, tan cansado,
y yo lo había amargado
con todas mis travesuras.
Yo era una criatura,
pero jamás lo he olvidado.
Los hijos, nunca analizan
el sentimiento del padre,
porque el brillo de la madre
es tan fuerte que lo eclipsa.

Sólo le hacemos justicia
a su íntimo sentir,
cuando nos toca vivir
a nosotros su problema.
¡Ah, si mi padre supiera,
que recién lo comprendí!
¿Y por qué nunca me dijo
del modo que me quería?

¡Si hoy yo sé como sufría
al ver enfermo a su hijo!
por qué me miraba fijo
el primer pantalón largo,
y sé que me habrá besado
cuando ya estaba durmiendo…
Hoy que todo lo comprendo,
¡por qué no estará a mi lado!

¡Por qué no estarás ahora,
para abrazarte bien fuerte
viejo lindo y ofrecerte
mi cariño a todas horas!
¿Ves a tu hijo que llora?
Pero llora con razón,
porque te pide perdón
al pensar en esos días
en que, ciego, no veía
que eras todo corazón.

Y, cuando el padre va envejeciendo, el hijo ya adulto y lleno de energía, se dedica con amor a ayudar a aquel que le ha dado ejemplo de vida, de responsabilidad, y de saber afrontar los sacrificios que supone el sobrellevar los problemas inherentes a la existencia humana.
En la página citada más abajo, "PíldorasNet" encontré un artículo, del cual extraje el siguiente párrafo, por referirse a la ayuda que brinda al padre el hijo adulto que "aprendió a ser padre", y que ahora se convirtió en "padre" de su padre.

logo encabezado de pildorasdefe.net rostro de Jesús
  
Feliz el hijo que es el padre de su padre antes de su muerte, y pobre el hijo que aparece sólo en el funeral.
Mi amigo Joseph Klein acompañó a su padre hasta sus últimos minutos.
En el hospital , la enfermera hacía la maniobra para moverlo de la cama a la camilla, tratando de cambiar las
sábanas, cuando Joe gritó desde su asiento:

- "Deja que te ayude".
Reunió fuerzas y tomó por primera vez a su padre en su regazo. Colocó la cara de su padre contra su pecho. Acomodó en sus hombros a su padre consumido por el cáncer: ya estaba pequeño, arrugado, frágil , tembloroso.
Se quedó abrazándolo por un buen tiempo, el tiempo equivalente a su infancia, el tiempo equivalente a su adolescencia, un buen tiempo, un tiempo interminable.
Meciendo a su padre de un lado al otro. Acariciando a su padre. Calmando el a su padre. Y decía en voz baja :
- ¡Estoy aquí, estoy aquí, papá!

Lo que un padre quiere oír al final de su vida es que su hijo está ahí.

Autor: Fabrício Carpinejar. Fuentes varias  
CONCLUSIÓN:

Dos "mamás" no sustituyen a un padre,
Ni dos "papás", a una madre.

Cordiales saludos:
Dr. Francisco Oliveira y Silva

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