jueves, 14 de abril de 2022

ESTA ES LA NOCHE DEL AMOR DIVINO

 

Queridos amigos y lectores:

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Comparto hoy, Jueves Santo, 14 de abril de 2022, estas reflexiones que publiqué años atrás.
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El Misterio de la Eucaristía es un acontecimiento histórico y real, pero inalcanzable para la luz de la razón.
Es absolutamente imposible demostrar que el pan, bajo apariencia visual, táctil y de sabor de pan, sea, sin embargo, el Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad de Jesús.
Escribió, al respecto, Santo Tomás de Aquino: "Visus, tactus, gustus, in te fállitur", que significa: "La vista, el tacto y el gusto, se equivocan en ti".
En efecto: el pan deja de ser un alimento material, y se convierte en alimento espiritual.

La diferencia es muy grande: cuando comemos nuestros alimentos diarios, la comida se convierte en nosotros; pero cuando recibimos la Eucaristía, ¡nosotros nos convertimos en la Comida!

El sacerdote y poeta lírico español Luis de Góngora escribió, inspirado en en este Misterio del Cuerpo de Cristo, este bello poemita:

Oveja perdida, ven
hasta mi brazos, que hoy
no solo tu Pastor soy,
sino tu pasto también.

Pasto, al fin, hoy tuyo hecho,
¿qué causará más asombro:
si traerte yo en mi hombro,
o llevarme tú en tu pecho?

Hoy comparto con ustedes una experiencia mía, personal.
Estando yo, como seminarista, en el estudiantado Salesiano de Córdoba (Argentina), con la ilusión de llegar a ser sacerdote, y teniendo entonces 19 años de edad, un Jueves Santo, como hoy, me inspiré en este acontecimiento inmenso de la Institución de la Eucaristía, y de la increíble traición de Judas, y compuse el poema que transcribo a continuación.
El mismo se encuentra en mi poemario "Ruta de Luz",  publicado en el 2002.

Espero que el poema les sirva para reflexionar sobre el acontecimiento que hoy celebramos.

Cordiales saludos:
Dr. Francisco Oliveira y Silva


                      EL CONVITE  
                              (Para el jueves Santo)


I.

Una lámpara tiembla en silencio...
y la noche se va del recinto:
       La luna es tan clara,
      el cielo es tan limpio,
que la noche no encuentra cabida,
y solloza en el aire tranquilo.
Se acurruca en las trémulas ramas
verdeoscuras del monte de Olivos;
va a gemir en las aguas dormidas,
con los juncos plateados del río...
       Pero nadie quiere
       brindarle un asilo:
Y la noche se queda en acecho,
en el borde de un triste camino.

II.

El momento es solemne. Se acercan
-al fulgor de la trémula lámpara-
en silencio, Jesús y los Doce:
¡Es un Templo divino la Sala!
      Se sientan, no dicen
      ninguna palabra:
Algo nuevo hay que tiembla en el aire;
algo nuevo hay en cada mirada;
algo nuevo estremece esos pechos...
como el tibio temblor de una lágrima:
¡El amor ha llenado el recinto,
dando luz de fervor a esas almas!

III.

       Jesús habla, entonces,
          las dulces palabras
con que empieza el primer Ofertorio
de la Ofrenda por siglos soñada:
"Con deseo vehemente he querido
celebrar con vosotros la Pascua...
             La Cena postrera,
           esta noche amarga!"
Y la noche es un cáliz de estrellas,
y es la luna patena de plata.
Es Jesús el Primer Sacerdote
que el fulgor de una Hostia levanta:
Es la Hostia el Amor que celebra,
¡Y el Amor hoy se inmola y consagra!

IV.

        Mira un pan dorado,
        lo toma y lo alza...
(¡Qué ventura le espera a esas migas
        humildes y blandas!)
Dice entonces Jesús "ES MI CUERPO",
            lo parte y regala
un pedazo de carne divina
escondida en las migas tan blancas.
       Toma luego el vino
que llamea en la copa dorada:
"ES MI SANGRE, os lo digo, que pronto
por vosotros será derramada".
Y la copa circula y las ondas
son quemantes de amor, como llamas,
que golpean y ensanchan las venas,
difundiendo el calor en el alma.

V.

         Todos comulgaron
un pedazo de Luz humanada:
¡Qué explosión de entusiasmo en los pechos,
esa noche eucarística y santa!
¡Qué vibrar de las fibras más hondas,
como un blando latir de campanas!
Parecieran guardar todo un cielo
de dulzor los segundos que pasan.
Del Amor, el imperio de fuego
hoy confines sin término alcanza...
        (...como la amargura
        de la noche diáfana...
de la noche que espera en acecho,
para hundirse en el alma más baja...)

Esta noche de amor y dulzura,
¿quién la negra traición sospechara?
¿Quién pretende esconder en un beso
la conducta más torpe y villana?
Y Jesús ya lo sabe: con todo,
hasta al Judas cobarde se abaja...
¡También él comulgó aquella noche,
con las manos manchadas!
¡Qué locura de Amor sublimado,
dar Amor a las almas ingratas!

VI.

El Convite divino termina:
     todos se levantan...
Por afuera la noche ya es negra...
Pero adentro titila una lámpara...


(Córdoba, 7 de abril de 1960)

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